Desde hace años, México explora maneras de diversificar su matriz energética y reducir emisiones. Entre esas alternativas destaca el desarrollo de proyectos de bioenergía en México, que aprovechan residuos agrícolas, residuos sólidos urbanos, lodos y subproductos orgánicos para producir electricidad, calor o biocombustibles. En este artículo divulgativo examinaremos casos reales, lecciones aprendidas y los retos del camino.
En el primer párrafo ya aparece la palabra clave “proyectos de bioenergía en México”, como indica la consigna.
¿Por qué hablar de proyectos de bioenergía en México?
La bioenergía, que incluye el uso de biomasa, biogás y biocombustibles, ofrece una ruta para convertir residuos en valor energético, disminuir gases de efecto invernadero y reforzar la seguridad energética con fuentes locales. En México, aunque la participación de la bioenergía sigue siendo modesta en la matriz eléctrica, su potencial es significativo: según estimaciones, podría cubrir hasta 16 % del consumo total en 2030 y reducir cerca de 110 millones de toneladas de CO₂ al año.
Además, hay hoy al menos 16 centrales eléctricas en operación que usan bioenergía como fuente primaria. Eso abre la puerta para estudiar proyectos de bioenergía en México que ya van más allá del papel.
Tipos de proyectos de bioenergía en México
Antes de ver los casos concretos, conviene esquematizar los tipos más comunes de iniciativas:
- Biogás de rellenos sanitarios: captura y valorización del metano producido en la descomposición de residuos sólidos urbanos.
- Plantas de biogás agrícolas o industriales: uso de estiércol, residuos de cosecha o subproductos orgánicos del sector agroindustrial.
- Biomasa/biocombustibles sólidos (bagazo, madera residual, cáscaras, residuos forestales): combustión directa, gasificación o pirólisis para producir calor, electricidad o biocombustibles.
- Biocombustibles líquidos (biocombustibles convencionales o avanzados): etanol, biodiésel, bioturbosinas derivados de cultivos o residuos.
Cada tipo va acompañado de desafíos técnicos, logísticos y normativos, pero hoy ya existen casos reales que ilustran su viabilidad en México.
Casos destacados de proyectos reales de bioenergía en México
Biogás en rellenos sanitarios de Nuevo León – Cadereyta y García
Uno de los proyectos más recientes es el de Uriel Renovables, que ha puesto en operación comercial desde julio de 2024 dos plantas de extracción de biogás en los rellenos sanitarios de Cadereyta y García, Nuevo León. Estos sistemas extraen el gas generado en el relleno y lo convierten en electricidad mediante equipos motogeneradores, integrándose al Sistema Eléctrico Nacional. Se estima que con estas plantas se evitará la emisión de aproximadamente 63,000 toneladas de CO₂ equivalente al año.
Este tipo de iniciativa refleja cómo los proyectos de bioenergía en México ya no son solo prototipos de laboratorio, sino herramientas útiles de mitigación en zonas urbanas y con fuerte generación de residuos.
Planta de biogás en Saltillo: proyecto LOREAN
Otro caso interesante es el proyecto LOREAN en el relleno sanitario de Saltillo, Coahuila. Allí se planea diseñar, construir y operar una planta de biogás con capacidad de hasta 1.7 MW, mediante pozos verticales de captación de metano y líneas de conducción al sistema eléctrico. Esta propuesta acción concreta capitaliza gas que de otro modo se liberaría como metano, un potente gas de efecto invernadero.
Cosecha energética con bagazo de caña
En el sector azucarero, el uso del bagazo (residuo fibroso que queda después de extraer el jugo de la caña) es uno de los ejemplos más consolidados de proyectos de bioenergía en México. Para 2022, el bagazo de caña representó cerca del 89 % de la generación con bioenergía reportada en el país. En diversas centrales de azúcar, la combustión o co-combustión del bagazo se vincula a calderas y turbinas para producir electricidad (y a veces calor útil para procesos industriales).
Estas centrales no solo generan electricidad, sino que aprovechan un residuo agrícola que, de otro modo, podría no tener un destino energético eficiente.
Cosecha energética con bagazo de caña
No todos los proyectos de bioenergía en México son industriales; varios surgen desde instituciones académicas. Por ejemplo, el Laboratorio de Recursos Bioenergéticos de la UNAM participa en el clúster CEMIE-BIO, apoyando iniciativas que promueven biocombustibles sólidos para generación térmica y eléctrica, además de ofrecer capacitación e innovación tecnológica.
También el portal REMBIO (Red Mexicana de Bioenergía) mantiene un inventario histórico de proyectos de investigación en biomasa y biocombustibles (más de 561 proyectos al 2010).
Lecciones y retos comunes de estos proyectos
Distribución logística del insumo
Una limitante es trasladar residuos agrícolas o biomasa desde campos dispersos hacia las plantas: los costos de transporte pueden reducir la rentabilidad. Por eso, muchos proyectos de bioenergía en México se concentran cerca de zonas donde hay alta generación de residuos (caña, agroindustria, rellenos).
Financiamiento y esquemas de incentivo
La viabilidad financiera de estos proyectos depende en gran medida del apoyo público, incentivos fiscales, tarifas eléctricas justas y mercados de carbono. Los incentivos deben alinearse para hacer competitiva la energía bioenergética frente a combustibles fósiles.
Normatividad, permisos y marco regulatorio
La ausencia de una ley nacional moderna de bioenergía, incertidumbre normativa o trámites complicados han frenado algunas iniciativas. La propuesta de un marco legal robusto se recomienda en estudios internacionales. Asimismo, la coordinación entre gobierno, sector privado y entidades académicas es clave.
Escalabilidad y continuidad
Muchos proyectos funcionan como pilotos o de pequeña escala. Pasar a escala comercial implica retos técnicos (rendimientos, mantenimiento, estabilidad de operación).
Además, debe garantizarse el suministro constante del insumo (residuos orgánicos, biomasa) para evitar paros de planta.
Impacto ambiental y social
Un proyecto de bioenergía no basta con producir energía: debe respetar la salud del suelo, evitar competencia con cultivos alimentarios, garantizar manejo sostenible del bosque y minimizar impactos en comunidades locales. Los proyectos deben someterse a estudios de impacto ambiental y social.
Hacia el futuro: potencial emergente y sinergias
El camino de los proyectos de bioenergía en México puede expandirse si se conjugan algunos elementos:
- Desarrollo de biocombustibles avanzados (de segunda generación) para transporte, aviación y sectores que no pueden electrificarse fácilmente.
- Integración con agricultura circular, es decir, que los residuos del campo tengan una demanda energética local.
- Sinergias con energías renovables: combinar bioenergía con solar o eólica para respaldo y estabilidad en la red eléctrica.
- Mercados de carbono y certificaciones que agreguen valor a los proyectos que reduzcan emisiones reales de gases de efecto invernadero.
- Modelos modulares y escalables, donde plantas pequeñas puedan crecer en clusters regionales de bioenergía.
También, el fortalecimiento de la red de instituciones como REMBIO ayuda a conectar proyectos, compartir conocimiento y visibilizar casos de éxito. (rembio.org.mx)
Impulsar el futuro de la bioenergía en México
Los proyectos de bioenergía en México ya están en marcha y muestran que es posible transformar residuos agrícolas y urbanos en fuentes limpias de energía. Casos como los de Nuevo León (biogás en rellenos sanitarios) o Saltillo (proyecto LOREAN) ejemplifican el potencial real. Si bien existen retos técnicos, logísticos y regulatorios, el país dispone de insumos abundantes, conocimiento académico y una necesidad clara de avanzar hacia una matriz energética más sostenible.
Para consolidar este sector, México debe apostar por políticas de fomento, esquemas de financiamiento adecuados y marcos legales estables. Con ello, los proyectos de bioenergía pueden dejar de ser meros ejemplos aislados y convertirse en piedra angular de una transición energética justa y efectiva.
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