El hidrógeno verde como vector importante en la transición
En el escenario energético global, el hidrógeno verde se ha posicionado como un componente importante para alcanzar la descarbonización profunda. Su producción mediante electrólisis del agua con energías renovables permite sustituir combustibles fósiles en sectores donde la electrificación directa resulta inviable. México, con su abundancia solar en Sonora y su potencial eólico en el Istmo de Tehuantepec, cuenta con los recursos necesarios para transformarse en un actor clave de la economía del hidrógeno.
El dilema no es si este recurso es viable, sino si el país sabrá aprovecharlo a tiempo. La disyuntiva se resume en dos caminos: impulsar una nueva revolución industrial limpia o quedar rezagados en una carrera que ya lideran países como Chile, España y Australia.
Potencial energético y oportunidades de mercado
Recursos naturales privilegiados
México se ubica entre los países con mayor radiación solar del planeta, lo que lo convierte en un territorio atractivo para proyectos de electrólisis. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la generación solar en el país podría multiplicarse por cuatro hacia 2030 si se eliminan las barreras regulatorias. A ello se suma el Istmo de Tehuantepec, reconocido por sus vientos constantes, con capacidad de aportar gigavatios adicionales a la red de energías limpias.
Nearshoring y atracción de inversión
El fenómeno del nearshoring abre otra ventana de oportunidad. Empresas que buscan reubicar sus cadenas de suministro en Norteamérica exigen energía limpia y procesos industriales sostenibles. El hidrógeno verde en México podría convertirse en el factor clave para atraer manufactura avanzada, producción de acero verde y cadenas de valor químicas de alta tecnología.
Además, los derivados como el amoníaco verde ofrecen una vía de exportación estratégica. Este compuesto es más seguro de transportar que el hidrógeno en estado puro y puede consolidar a México como proveedor regional para Estados Unidos y Europa.
Aplicaciones disruptivas: acero, fertilizantes y transporte
Producción de acero verde
La industria siderúrgica nacional, responsable de casi el 7% de las emisiones de CO₂, podría transformarse sustituyendo el coque por hidrógeno en los altos hornos. El resultado sería un acero libre de carbono, demandado por la industria automotriz internacional y por los compromisos climáticos europeos que impondrán aranceles al acero contaminante a partir de 2026.
Agricultura limpia y amoníaco verde
La producción actual de amoníaco depende del gas natural, generando altas emisiones. Transitar hacia amoníaco verde permitiría limpiar la cadena agrícola y, al mismo tiempo, diversificar la economía exportadora. Este producto ya forma parte de los planes estratégicos de países como Japón, que busca importar derivados del hidrógeno para su matriz energética.
Transporte pesado y aviación
Sectores como el transporte marítimo, la aviación y el autotransporte de carga aún no cuentan con alternativas de electrificación realistas. Aquí, los combustibles sintéticos y los derivados del hidrógeno se presentan como soluciones imprescindibles para lograr la neutralidad climática.
Retos estructurales y barreras actuales
Costos elevados frente al hidrógeno gris
Hoy, producir hidrógeno verde cuesta entre dos y cuatro veces más que el hidrógeno gris. La AIE estima que, sin subsidios ni financiamiento, esta brecha se mantendrá hasta la próxima década. En México, la falta de un marco de incentivos reduce la competitividad frente a países que ya implementan subsidios directos.
Déficit en infraestructura especializada
El hidrógeno requiere ductos dedicados, terminales portuarias adaptadas y almacenamiento criogénico. Construir esta red desde cero implica inversiones multimillonarias y coordinación interinstitucional. La ausencia de planeación pone en riesgo los tiempos de implementación.
El dilema del agua en el norte de México
La electrólisis necesita agua purificada, un recurso cada vez más escaso en regiones como Sonora y Chihuahua. Un plan nacional de hidrógeno debe contemplar la construcción de desalinizadoras alimentadas con energía solar para evitar agravar la crisis hídrica.
La urgencia de una estrategia nacional
Mientras Chile ya aprobó su Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde en 2020 y Alemania ha destinado más de €9,000 millones a su plan nacional, México aún carece de un marco robusto. La Secretaría de Energía (SENER) no ha presentado una hoja de ruta integral y la falta de certidumbre jurídica ahuyenta la inversión extranjera.
La Comisión Federal de Electricidad (CFE) y PEMEX podrían desempeñar un papel clave reconvirtiendo infraestructura existente y destinando parte de su experiencia operativa a este sector. Sin embargo, hasta ahora la ausencia de políticas claras limita su protagonismo.
México ante una decisión imprescindible
El hidrógeno verde en México no es una ilusión. Es un recurso imprescindible para garantizar la competitividad industrial y cumplir con los compromisos de descarbonización. El país tiene sol, viento y talento. Lo que falta es una estrategia audaz y un liderazgo político capaz de priorizar esta agenda en el corto plazo.
La ventana de oportunidad no estará abierta para siempre. Cada año de inacción amplía la brecha con competidores que ya avanzan en proyectos piloto, infraestructura y mercados asegurados. Apostar por el hidrógeno verde es apostar por una nueva revolución industrial mexicana. Ignorarlo sería resignarse a depender de combustibles fósiles obsoletos y a perder inversiones estratégicas en la transición energética global.
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