En cuestión de minutos, 60 millones de personas en Europa quedaron sin electricidad. No fue un fallo menor. El apagón que afectó a España, Portugal, Andorra y partes de Francia interrumpió sistemas de transporte, desconectó comunicaciones móviles y dejó sin suministro eléctrico a millones de personas. Un evento de esa magnitud (el más grande en dos décadas) evidencia los límites operativos de nuestras infraestructuras energéticas ante fenómenos extremos, fallos técnicos y una demanda creciente y cada vez más difícil de gestionar.
Aunque el epicentro fue europeo, su eco resuena con fuerza en México. Hace apenas un año, a las 17:00 hrs. del 7 de mayo de 2024, el país registró un pico histórico de demanda eléctrica: 48,472 megawatts, impulsado por la segunda ola de calor del año. Las reservas operativas cayeron por debajo del 3% y los apagones afectaron a más de 20 estados. La causa no fue sólo el calor, sino también una infraestructura que no está “acostumbrada” a lidiar con estas situaciones que ya no son excepcionales, sino recurrentes.
El caso de México
Este tipo de riesgos adquiere una dimensión aún más crítica si consideramos que México se está calentando más rápido que el promedio global. De acuerdo con especialistas, el país experimenta aumentos de temperatura por encima de la media mundial, lo que intensifica fenómenos extremos como las olas de calor. Dicha tendencia no sólo agrava la presión sobre el sistema eléctrico, sino que convierte eventos antes considerados excepcionales en una nueva normalidad climática para la que no estamos preparados.
Lo anterior ya no es abstracto, se manifiesta con claridad en distintos puntos del país. En Tabasco, por ejemplo, temperaturas superiores a los 48 grados, sumadas a interrupciones prolongadas en el suministro eléctrico, derivaron en interrupciones en la actividad de múltiples comercios. Entonces, más allá de lo técnico, el impacto se extiende a la vida cotidiana y la actividad económica.
Estos fenómenos ilustran cómo el incremento de la temperatura, junto con una infraestructura bajo presión, puede generar tensiones crecientes en el entorno social y productivo. El paralelismo entre ambos casos no debe pasar desapercibido, ya que el apagón ibérico, aunque sorpresivo, sirve de ejemplo para tomar precauciones de este lado del mundo.
Digitalizar el sistema eléctrico
Desde la industria, observamos que la tendencia en la región de América Latina es que la demanda de electricidad está creciendo a una velocidad más rápida que la modernización de la infraestructura.
Ante este panorama, es importante hablar de resiliencia energética. No como una aspiración, sino como una estrategia concreta. Y una de las herramientas más capaces para este propósito es la digitalización del sistema eléctrico.
Digitalizar no es solamente automatizar. Es dotar a la red de una inteligencia capaz de anticipar picos de demanda, redistribuir cargas en tiempo real, detectar fallas antes de que ocurran y optimizar el uso de recursos energéticos. Tecnologías como la medición avanzada, la gestión digital de subestaciones, los gemelos digitales o la analítica predictiva permiten construir una red más flexible, más robusta y mejor preparada para escenarios extremos.
La digitalización quizá no sea la única respuesta, pero sí representa un pilar fundamental sobre el que debe construirse cualquier solución duradera. La transición energética exige redes más inteligentes, capaces de adaptarse, anticiparse y responder con agilidad.
México está a las puertas de su temporada más crítica, la canícula, donde las temperaturas superan los 45 grados en algunas regiones. En este contexto, preguntarnos si podría ocurrir un apagón masivo como el europeo no es un ejercicio de alarmismo, sino de responsabilidad.
Desde la industria, sabemos que la resiliencia no se puede improvisar. Se tiene que diseñar y ejecutar con visión de largo plazo, inversión estratégica y colaboración entre sectores. Además, está claro que la planeación energética del país necesita dejar atrás los enfoques reactivos y adoptar una óptica moderna, basada en datos, tecnología y sostenibilidad. Porque cuando las luces se apagan, lo que queda al descubierto es todo aquello que no quisimos prever.
*Directora de Industrial Automation & End Users para México y Centroamérica de Schneider Electric.
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