El origen del lujo como símbolo de poder
La noción de lujo encuentra sus raíces en civilizaciones antiguas como la de Egipto, Grecia y Roma, donde objetos como joyas, perfumes y telas exóticas no solo cumplían una función práctica, sino que representaban estatus, poder y la conexión con lo divino.
El término mismo “luxury” proviene del latín luxuria, que inicialmente tenía connotaciones de exceso o indulgencia.
En la Edad Media y el Renacimiento, el lujo permaneció como atributo exclusivo de la nobleza y la Iglesia: materiales raros, festines, tapices y objetos de arte decoraban palacios y catedrales como afirmación de poder.
La transición hacia la forma moderna del lujo
Con el avance de los siglos XVIII y XIX se inició una transformación: el comercio internacional, la industrialización y el desarrollo del transporte facilitaron el acceso a materias primas exóticas y permitieron que nuevas élites abrazaran el lujo como signo de éxito.
En el siglo XIX aparecen lo que hoy identificaríamos como marcas de lujo: por ejemplo, la casa de moda del Louis Vuitton, fundada en 1854 en París, originalmente especializada en baúles de viaje.
Este período marca el paso del lujo como privilegio heredado hacia una categoría económica diferenciada: alta calidad, diseño, marca, exclusividad.

Consolidación de la “maison” y globalización del lujo
Durante el siglo XX, el lujo se institucionalizó como industria. Casas emblemáticas como Gucci (1921) desarrollaron no solo productos, sino mundos de marca completos.
Asimismo, conglomerados como LVMH, Richemont o Kering agruparon múltiples marcas, optimizando producción, distribución y comunicación global del lujo.
Paralelamente, el mercado del lujo se democratizó de forma parcial: la clase media alta buscó “entry-luxury” o “masstige” (lujo asequible), mientras que las élites continuaban demandando piezas raras, de colección, personalizadas.
Hoy, el lujo incluye no sólo objetos (moda, relojes, joyería) sino también experiencias: viajes de ultra-lujo, servicios personalizados, residencias exclusivas y tecnologías inmersivas. Esto conecta con los ejes de “viajes” e “innovación” que completan el ecosistema editorial.
¿Qué nos enseña el pasado para el lujo del futuro?
Al trazar la historia del lujo, queda claro que tres factores han sido constantes: la escasez (o percepción de ella), la calidad artesanal y la narrativa de exclusividad. En cada época, el lujo ha funcionado como reflejo de la sociedad más acomodada: primero monárquica, luego industrial, ahora global y digital.
En la actualidad, el lujo enfrenta nuevas dinámicas: sostenibilidad, sentido de propósito, consumo experiencial y digitalización.
Para marcas, editores o contenidos que abordamos “lujo”, “viajes” e “innovación”, la conexión está en cómo redefinen valor, deseo y autenticidad. El lector interesado en viajes de lujo quizá también explore destinos exclusivos; el aficionado a la innovación en lujo observará la adopción de tecnologías como realidad aumentada, NFTs o personalización masiva.
Este recorrido histórico no sólo enriquece la comprensión del lujo, sino que abre preguntas: ¿qué será el lujo en un mundo de conciencia ambiental y digitalización? ¿Seguirá siendo objeto o se transformará en experiencia pura?
El pasado del lujo nos prepara para un futuro donde exclusividad, artesanía y tecnología convergen. Te invito a compartir este artículo si te inspira explorar más en los universos del lujo, los viajes premium o la innovación disruptiva.
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