Hacia un mercado certificado: el nuevo rostro del gas natural
La necesidad de certificar el origen, las emisiones y la sostenibilidad del gas natural ha escalado rápidamente en la agenda energética global. Según el informe Prospects for Natural Gas Certification publicado por la Agencia Internacional de Energía (IEA) en junio de 2025, la certificación del gas natural ya no es una idea marginal, sino una herramienta estratégica para cumplir objetivos climáticos, mejorar la transparencia y fortalecer la confianza en los mercados internacionales.
El documento señala que, a medida que las importaciones de gas natural—especialmente en su forma licuada (GNL)—aumentan en mercados con regulaciones climáticas estrictas, como la Unión Europea, Japón y Corea del Sur, la demanda por gas «certificado» como bajo en emisiones o con trazabilidad robusta se vuelve un requisito, no una opción.
¿Qué es la certificación del gas natural y por qué importa?
La certificación del gas natural se refiere a un conjunto de procedimientos que verifican atributos como el contenido de metano, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a lo largo de la cadena de valor, el respeto a los derechos comunitarios y la integridad ambiental del proceso de extracción y transporte.
Aunque no existe un estándar universal, ya operan diversas iniciativas, como MiQ, Project Canary, Equitable Origin, y programas piloto desarrollados por gobiernos o consorcios industriales. Estos sistemas usan tecnologías avanzadas —como sensores en tiempo real, modelado satelital y auditorías de terceros— para certificar que un cargamento de gas cumple criterios ambientales específicos.
Según la IEA, esta tendencia está motivada por tres factores:
- Presión regulatoria y financiera, especialmente desde la COP28 y la implementación del Carbon Border Adjustment Mechanism (CBAM) en la UE.
- Preocupaciones por las emisiones fugitivas de metano, uno de los gases más potentes y difíciles de rastrear.
- Reputación y licenciamiento social, especialmente para empresas que buscan sostener su posición en una economía cada vez más orientada a criterios ESG.
Riesgos de fragmentación: sin armonización, sin impacto
El informe de la IEA advierte que la proliferación de esquemas voluntarios y no coordinados podría generar más problemas que soluciones. Sin normas técnicas comunes, los mercados podrían fragmentarse, con compradores estableciendo criterios incompatibles entre sí, creando barreras comerciales no arancelarias disfrazadas de exigencias climáticas.
Este escenario amenaza especialmente a países en desarrollo y exportadores emergentes —como México, Mozambique o Argentina— que carecen de capacidades técnicas o recursos financieros para cumplir múltiples certificaciones simultáneas. La IEA propone la creación de marcos multilaterales, con participación de la OMC, la OCDE y organismos técnicos como el ISO, para evitar una carrera desigual y facilitar la interoperabilidad entre estándares.
El metano en el centro del debate
Uno de los puntos más urgentes en la certificación del gas natural es la cuantificación de las emisiones de metano. Este gas, con un poder de calentamiento 84 veces mayor al CO₂ en un horizonte de 20 años, representa el principal argumento técnico y político para exigir certificaciones.
Según datos del Methane Tracker 2024 de la IEA, el sector del gas natural fue responsable del 40% de las emisiones industriales de metano globales. La falta de medición precisa ha sido una barrera para abordar el problema. Por ello, la certificación se plantea no solo como un requisito comercial, sino como una herramienta de monitoreo y reducción efectiva.
América Latina ante el nuevo estándar
En América Latina, la respuesta ante esta tendencia es desigual. Colombia ha lanzado una iniciativa de certificación piloto junto a MiQ para gas exportado desde el Magdalena Medio. Argentina ha mostrado interés en vincular su producción de Vaca Muerta a estándares de trazabilidad ambiental para captar financiamiento climático.
México, por otro lado, enfrenta desafíos estructurales: limitada infraestructura de medición, baja transparencia de datos operativos y ausencia de marcos regulatorios para impulsar certificaciones independientes. No obstante, Pemex ha reconocido recientemente —en su Plan de Sustentabilidad 2025–2030— la necesidad de alinearse con estándares internacionales para seguir siendo competitivo en el mercado del GNL.
¿Herramienta climática o barrera para el Sur Global?
La certificación del gas natural plantea una paradoja: si bien puede acelerar la transición energética al eliminar las fuentes más contaminantes del mercado, también puede crear una nueva forma de desigualdad energética si no se garantiza acceso equitativo a la tecnología y al financiamiento necesario para cumplir con los requisitos.
Organismos multilaterales deberán jugar un rol clave para evitar que la certificación se convierta en un instrumento de exclusión geopolítica. Como lo advierte el informe de la IEA, sin mecanismos de apoyo y cooperación, la certificación puede reforzar la brecha entre productores del Norte global —tecnológicamente sofisticados— y los países con abundantes reservas, pero sin capacidades institucionales para adaptarse a las nuevas exigencias.
Una oportunidad con condiciones
La certificación del gas natural está destinada a convertirse en parte integral del comercio energético internacional. Ya no se trata solo de cuánta energía se produce, sino de cómo, con qué emisiones y bajo qué condiciones sociales y ambientales.
Para América Latina —y México en particular— el desafío será construir capacidades técnicas, marcos legales y alianzas internacionales que permitan certificar su gas sin perder competitividad. La clave será asegurar que estos nuevos estándares no se impongan de forma unilateral, sino que respondan a principios de transparencia, equidad y cooperación climática.
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