El futuro de la OPEP+ tras los recortes de producción 2025: ¿nueva era o último respiro del cartel petrolero?

En junio de 2025, la OPEP+ anunció un nuevo ajuste de producción que reaviva el debate sobre su rol en la gobernanza energética global. Esta medida, lejos de ser rutinaria, refleja las tensiones estructurales del mercado y el desafío de preservar la influencia del cartel en plena transición energética.

JULIO 01 , 2025
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En un contexto de precios volátiles y creciente presión por parte de países consumidores, la OPEP+ anunció en junio de 2025 una nueva ronda de recortes voluntarios de producción. Esta decisión ha generado interrogantes cruciales sobre el futuro de la OPEP+ como actor estabilizador del mercado petrolero mundial. ¿Se trata de una estrategia de supervivencia o de un intento por consolidar su peso en un sistema energético en transformación?

Arabia Saudita y Rusia lideran un recorte estratégico

El nuevo ajuste contempla una reducción colectiva de 1,2 millones de barriles diarios a partir de julio de 2025, con Arabia Saudita y Rusia encabezando el esfuerzo con más del 60% del recorte total. Este anuncio se suma a los recortes previos implementados desde 2022, acumulando más de 5 millones de barriles diarios fuera del mercado.

La OPEP+, compuesta por los 13 miembros tradicionales de la OPEP y 10 aliados como Rusia, Kazajistán y México, busca con esta medida apuntalar los precios del crudo Brent, que en mayo de 2025 cayeron por debajo de los 74 dólares por barril ante señales de desaceleración en Asia y un aumento en la producción no convencional de EE.UU. y Brasil.

El secretario general de la OPEP, Haitham Al Ghais, ha subrayado que el objetivo no es solo “estabilizar precios”, sino “mantener la sostenibilidad de las inversiones en upstream” en un entorno incierto.

Una herramienta política en una era postpico petrolero

Más allá de la dimensión económica, el futuro de la OPEP+ también se juega en el tablero geopolítico. La coordinación entre Arabia Saudita y Rusia refuerza un bloque energético que contrasta con los intereses de EE.UU. y Europa, cada vez más volcados a energías limpias y autosuficiencia estratégica.

Sin embargo, la eficacia de los recortes es limitada por el cumplimiento desigual entre países miembros y la expansión acelerada de proyectos offshore, shale y energías alternativas. Según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), en 2024 el 64% del crecimiento de la oferta global provino de países ajenos a la OPEP+, lo que reduce su capacidad de control del mercado.

Algunos analistas, como Amrita Sen de Energy Aspects, señalan que “la OPEP+ está gestionando no solo un mercado físico, sino una narrativa de poder e influencia” en un momento donde la demanda podría estancarse hacia finales de la década.

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Escenarios futuros: adaptación o declive

En este escenario, la OPEP+ enfrenta múltiples desafíos estructurales. Por un lado, el avance de la electrificación vehicular y las políticas climáticas más estrictas están recortando el crecimiento de la demanda, especialmente en economías desarrolladas. Por otro, la fragmentación del mercado por actores como Guyana, Noruega o EE.UU. debilita el efecto de sus decisiones colectivas.

No obstante, varios países miembros están invirtiendo en tecnologías de captura de carbono, refinación avanzada y diversificación industrial. Arabia Saudita, a través de Aramco, ha iniciado proyectos piloto para integrar hidrógeno azul a su portafolio exportador, mientras que Emiratos Árabes Unidos avanza en soluciones híbridas entre hidrocarburos y energías renovables.

Estas transformaciones podrían reconvertir a la OPEP+ de cartel de producción a una plataforma de cooperación energética, similar a la AIE, con mayor foco en estabilidad financiera, transición energética y seguridad de suministro.

¿Un cartel en transición o un actor en retirada?

El reciente recorte de 2025 no es solo un ajuste técnico: es un síntoma de la metamorfosis en curso del sistema energético global. La OPEP+, pese a su pérdida de hegemonía, sigue siendo una variable crítica para entender los precios del crudo, la inversión upstream y la diplomacia energética.

Su viabilidad dependerá de su capacidad de anticipar el declive estructural de la demanda y redefinir su rol más allá del control de cuotas. Si logra convertirse en un foro dinámico, capaz de integrar innovación, resiliencia climática y cooperación Sur-Sur, podría prolongar su relevancia hasta mediados del siglo XXI. Si no, los recortes de hoy podrían ser el preludio de su irrelevancia.

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