En mayo de 2025, el mercado petrolero mundial continúa inmerso en un entorno de alta volatilidad y sensibilidad geopolítica, en buena medida condicionado por un complejo entramado de sanciones económicas y energéticas impuestas a países productores clave como Rusia, Venezuela e Irán. Estas sanciones, lejos de atenuarse, han evolucionado en alcance y sofisticación, con efectos significativos en la oferta global de crudo, las rutas comerciales y la estabilidad de precios.
Aunque la transición energética es un objetivo estructural de largo plazo, en el corto y mediano plazo la geopolítica sigue determinando la realidad del mercado. En este contexto, las sanciones no solo son herramientas diplomáticas, sino verdaderos vectores de reconfiguración energética global.
Rusia: entre el aislamiento y la reconfiguración comercial
Flujos restringidos, alianzas reforzadas
Desde la invasión a gran escala de Ucrania en 2022, Rusia ha enfrentado un endurecimiento progresivo de las sanciones por parte de la Unión Europea, Estados Unidos y otros aliados occidentales. En 2025, las restricciones se han intensificado, afectando no solo la exportación de crudo, sino también el acceso a tecnología avanzada de extracción, financiamiento internacional y seguros marítimos.
Pese a ello, Rusia ha mantenido sus niveles de producción relativamente estables, reorientando sus exportaciones hacia Asia, principalmente China e India, mediante descuentos sustanciales en el precio del barril del Urals. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (AIE), Rusia exportaba en abril de 2025 cerca de 7 millones de barriles diarios, aunque a precios significativamente por debajo del Brent.
El “shadow fleet” y las rutas opacas
Una parte creciente de estas exportaciones se realiza mediante una flota de buques sin bandera clara ni seguros internacionales, conocida como la shadow fleet, que permite a Moscú sortear parcialmente las sanciones. No obstante, esta modalidad ha generado incertidumbre operativa y ha incrementado el riesgo ambiental en regiones sensibles como el Báltico y el Mediterráneo Oriental.
Venezuela: flexibilización parcial con resultados mixtos
Licencias limitadas desde EE.UU.
En contraste con la postura frente a Rusia, Estados Unidos ha adoptado una política de apertura controlada hacia Venezuela en 2024 y 2025, condicionada a avances democráticos mínimos y reformas electorales. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) otorgó licencias limitadas a empresas como Chevron para operar y exportar petróleo venezolano, bajo estricta supervisión.
A pesar de esta flexibilización, la infraestructura petrolera de Venezuela sigue profundamente deteriorada. En mayo de 2025, la producción nacional ronda los 900 mil barriles diarios, una fracción de los 3 millones que producía a principios de siglo. La falta de inversión sostenida, la fuga de talento técnico y la dependencia de equipos importados continúan limitando el repunte estructural de PDVSA.
Inestabilidad política como freno estructural
Además de las restricciones técnicas, la incertidumbre política tras las elecciones legislativas de abril de 2025 ha enfriado el entusiasmo de los inversores. Aunque algunos actores internacionales ven oportunidades a largo plazo, el entorno de riesgo país sigue siendo uno de los más altos del hemisferio occidental.
Irán: acuerdos parciales sin consenso duradero
Exportaciones opacas y tensiones regionales
Irán continúa exportando crudo en volúmenes moderados —en torno a 1.5 millones de barriles diarios— a través de mecanismos elusivos, principalmente hacia China. En 2025, las negociaciones multilaterales para revivir el acuerdo nuclear han fracasado nuevamente tras los ataques contra infraestructuras petroleras en el Golfo Pérsico y la intensificación del conflicto Israel-Irán.
El endurecimiento de las sanciones por parte de Estados Unidos en abril de este año, tras la ruptura de relaciones diplomáticas con varios países del Eje de la Resistencia, ha vuelto a restringir el acceso iraní a sistemas de pago y aseguramiento marítimo, aumentando la opacidad de su comercio petrolero.
Efectos sobre el suministro y precios globales
Precios altos pese a menor demanda estructural
Aunque la demanda mundial de petróleo muestra señales de desaceleración estructural por la transición energética, el endurecimiento de las sanciones ha generado una oferta artificialmente restringida, elevando los precios por encima de los 92 USD por barril en mayo de 2025, según datos de S&P Global Commodity Insights.
El desequilibrio ha sido particularmente sensible en Europa y Asia, donde el crudo ruso y el venezolano solían representar proporciones clave de la matriz energética. Además, la persistente tensión en Medio Oriente ha llevado a los mercados a incorporar una prima de riesgo geopolítico cada vez más elevada.
Fragmentación de flujos y nuevos actores
Frente a este panorama, países como Brasil, Guyana y Estados Unidos han aumentado su producción para llenar parcialmente los vacíos. Sin embargo, los costos de transporte, el tipo de crudo y las distancias logísticas impiden una sustitución perfecta. Además, la fragmentación de los flujos comerciales ha aumentado la dependencia de rutas largas y vulnerables, como el estrecho de Ormuz y el canal de Suez.
¿Herramientas de presión o armas de doble filo?
Las sanciones internacionales han demostrado tener efectos reales sobre la capacidad operativa y comercial de los países sancionados. Sin embargo, también han generado efectos colaterales no deseados, como la creación de mercados paralelos, el aumento de actores informales y la pérdida de trazabilidad en el comercio energético global.
Para los países sancionadores, el costo también es tangible: inflación energética, presión social y una competencia comercial desigual frente a economías que no adhieren a las restricciones, como China o India.
Repensar la geopolítica del crudo en un mundo interdependiente
En pleno 2025, la política de sanciones sigue siendo una herramienta poderosa, pero con límites operativos y consecuencias geopolíticas complejas. El impacto de las sanciones internacionales en el mercado petrolero va más allá de los precios: redefine alianzas, rutas, proveedores y riesgos.
La tendencia apunta hacia un mercado energético más fragmentado, donde el acceso a petróleo ya no depende solo de la oferta y la demanda, sino de la afinidad diplomática, la resiliencia logística y la capacidad de navegar entre sanciones y excepciones. Para los actores estatales y corporativos, adaptarse a esta nueva normalidad es esencial no solo para asegurar el suministro, sino para mantener la estabilidad económica y política en un mundo energéticamente interdependiente y geopolíticamente polarizado.
Te invito a leer:
México vive momento clave con Estados Unidos: secretario de Economía