Transición energética en México: ¿cómo equilibrar seguridad y sostenibilidad?

México vive un dilema estratégico: avanzar hacia la sostenibilidad sin poner en riesgo la seguridad energética. Este artículo analiza datos, retos y lecciones internacionales que evidencian por qué alcanzar un equilibrio energético resulta imprescindible.

Hace 8 horas
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Un dilema estratégico

La transición energética ya no es un horizonte distante, sino una exigencia global respaldada por compromisos como Net Zero 2050 y por la presión de inversionistas internacionales que reclaman proyectos más verdes y sostenibles. En este escenario, México enfrenta un reto particular: su dependencia de petróleo, gas natural y carbón sigue siendo alta, mientras sus metas de descarbonización avanzan más lentamente que en economías vecinas como Chile y Brasil.

La pregunta es inevitable: ¿cómo lograr un imprescindible equilibrio energético en México, combinando seguridad de suministro con sostenibilidad ambiental?

Seguridad energética: un bien estratégico

El concepto de seguridad energética implica garantizar un suministro confiable, accesible y asequible para la población y la industria. En México, esta noción se materializa en tres elementos centrales:

  • Pemex y CFE como ejes de la política energética.
  • Expansión de infraestructura de gas natural licuado (GNL) para asegurar suministro continuo.
  • Dependencia de importaciones desde Estados Unidos, especialmente gas y combustibles refinados.

De acuerdo con el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC), el 76% de la matriz energética mexicana aún proviene de hidrocarburos. Esto implica que una transición apresurada, sin medidas que garanticen seguridad del suministro, podría traducirse en apagones, encarecimiento de la energía y pérdida de competitividad industrial.

Sostenibilidad: la presión por descarbonizar

La sostenibilidad es hoy un imperativo ineludible. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), cerca del 70% de las emisiones globales provienen de los sectores de energía y transporte. México, como signatario del Acuerdo de París, se comprometió a reducir en 35% sus emisiones de gases de efecto invernadero hacia 2030.

No obstante, los avances son insuficientes. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Energía (SENER), en 2024 las renovables representaban apenas el 28% de la generación eléctrica nacional, cuando el objetivo oficial es alcanzar el 35% para 2026.

El problema no es solo técnico, sino también regulatorio. La incertidumbre en licitaciones de proyectos solares y eólicos, junto con un marco legal que privilegia a las empresas estatales, ha frenado la llegada de inversión extranjera al sector.

El dilema mexicano

México refleja el dilema de muchas economías emergentes:

  • Si acelera demasiado la transición hacia renovables sin un plan robusto, comprometerá su seguridad energética.
  • Si mantiene una alta dependencia de hidrocarburos, corre el riesgo de rezago competitivo, sanciones comerciales y menor atracción de capital verde.

El fenómeno del nearshoring añade presión. Empresas que llegan al país exigen que su cadena de suministro esté respaldada por energía limpia. De no cumplirse esta condición, podrían optar por instalarse en países con mayor certidumbre regulatoria y energética.

Casos internacionales: lecciones para México

El escenario global ofrece referencias útiles:

  • Chile: líder regional en proyectos de hidrógeno verde, ha captado capitales de Europa y Asia.
  • Brasil: combina la explotación petrolera del presal con una matriz energética limpia gracias a su hidroelectricidad y crecimiento eólico.
  • Estados Unidos: con el Inflation Reduction Act (2022) ha incentivado masivamente renovables, almacenamiento y manufactura local.

México cuenta con ubicación estratégica y abundantes recursos naturales. Tiene condiciones para ser un hub regional de energía limpia, pero requiere políticas públicas con visión de largo plazo y reglas claras que otorguen certidumbre.

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Estrategias para equilibrar seguridad y sostenibilidad

El equilibrio energético en México exige medidas concretas:

Inversión en infraestructura dual

Modernizar refinerías y gasoductos, al tiempo que se expande la capacidad instalada en solar, eólica e hidroeléctrica.

Alianzas público-privadas

Establecer esquemas contractuales estables que permitan atraer capital extranjero y acelerar proyectos de generación limpia.

Transparencia regulatoria

Diseñar reglas claras para la interconexión de renovables y garantizar igualdad de condiciones en licitaciones.

Innovación tecnológica

Invertir en almacenamiento energético, hidrógeno verde y digitalización de redes para una mayor resiliencia.

Formación de talento

Impulsar la capacitación de ingenieros y técnicos especializados en energías híbridas que combinen sistemas convencionales con renovables.

Una oportunidad histórica para México

La transición energética del país no puede convertirse ni en un salto al vacío ni en un freno que detenga la modernización. El desafío consiste en encontrar un punto de equilibrio entre seguridad y sostenibilidad, asegurando energía confiable hoy sin comprometer el futuro.

México posee una riqueza dual: hidrocarburos en explotación y un enorme potencial solar y eólico aún poco desarrollado. Esta combinación lo coloca en una posición privilegiada para liderar la región si implementa políticas coherentes y consistentes.

El tiempo, sin embargo, es un factor crítico. La ventana de oportunidad para consolidarse como un destino atractivo de inversión verde se está cerrando. El imprescindible equilibrio energético en México no solo es una meta técnica, sino también una condición estratégica para su desarrollo económico y su soberanía en un mundo cada vez más competitivo y descarbonizado.

Hacia un modelo energético competitivo

México enfrenta un dilema estratégico en el marco de la transición energética: avanzar hacia un sistema sostenible sin comprometer la seguridad del suministro. El país depende aún de los hidrocarburos, pero debe acelerar la adopción de energías limpias para cumplir sus compromisos internacionales.

Los casos de Chile, Brasil y Estados Unidos muestran que es posible atraer inversión y avanzar hacia un modelo híbrido con reglas claras y políticas consistentes. Para México, la clave estará en combinar innovación tecnológica, alianzas público-privadas y transparencia regulatoria.

El equilibrio energético no es una opción, sino una condición imprescindible para asegurar competitividad, atraer capital verde y garantizar soberanía energética. México tiene los recursos y la ubicación estratégica, pero requiere voluntad política y visión de largo plazo para convertir esta oportunidad en realidad.

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