Un dilema estratégico
La transición energética ya no es un debate lejano: es una exigencia global marcada por los compromisos de Net Zero 2050 y por la presión de inversionistas internacionales que demandan proyectos más verdes. En México, sin embargo, el reto adquiere una dimensión compleja: el país depende todavía en gran medida de petróleo, gas natural y carbón, mientras sus metas de descarbonización avanzan más lentamente que en otras economías emergentes de América Latina, como Chile o Brasil.
En este contexto, surge la pregunta central: ¿cómo equilibrar la seguridad energética con la sostenibilidad?
Seguridad energética: un bien estratégico
El concepto de seguridad energética implica asegurar el suministro confiable, accesible y asequible de energía para la población y la industria. En México, esto se traduce en:
- Pemex y CFE como ejes centrales de la política energética.
- Expansión de infraestructura de gas natural licuado (GNL) para garantizar suministro.
- Importaciones crecientes desde Estados Unidos, especialmente de gas y combustibles.
El 76% de la matriz energética mexicana aún proviene de hidrocarburos. Esto significa que cualquier intento de transición sin considerar la seguridad del suministro podría derivar en apagones, incremento de precios y pérdida de competitividad industrial.
Sostenibilidad: la presión por descarbonizar
Del otro lado de la ecuación, la sostenibilidad energética es un imperativo global. El 70% de las emisiones globales provienen de los sectores energía y transporte. México, como firmante del Acuerdo de París, se comprometió a reducir en un 35% sus emisiones para 2030.
Sin embargo, la capacidad instalada en energías limpias crece a un ritmo insuficiente. En 2024 las renovables representaban apenas un 28% de la generación eléctrica nacional, cuando el objetivo es alcanzar el 35% para 2026.
El gran desafío no es solo técnico, sino también regulatorio: la falta de certeza en licitaciones de proyectos solares y eólicos, junto con el marco legal que privilegia a empresas estatales, ha limitado la inversión extranjera en el sector
El dilema mexicano
El caso de México refleja un dilema típico de economías emergentes:
- Si acelera demasiado hacia renovables sin un plan robusto, corre el riesgo de comprometer su seguridad energética.
- Si se mantiene atado a hidrocarburos, quedará rezagado en la competitividad global, con sanciones comerciales y menor atracción de inversión verde.
El nearshoring añade otra capa de complejidad: empresas internacionales que llegan a México exigen cada vez más que su cadena de suministro esté alimentada con energía limpia. De lo contrario, podrían preferir instalarse en otros países de la región.
Casos internacionales: lecciones para México
- Chile: se ha convertido en líder latinoamericano en hidrógeno verde, atrayendo capitales de Europa y Asia.
- Brasil: combina petróleo (pre-sal) con una de las matrices más limpias del mundo gracias a su hidroeléctrica y creciente parque eólico.
- Estados Unidos: a través del Inflation Reduction Act, ha incentivado masivamente la inversión en renovables y almacenamiento.
México, por su ubicación estratégica y recursos naturales, podría convertirse en un hub regional de energía limpia, pero requiere políticas públicas que den certidumbre y una hoja de ruta clara.
¿Qué se necesita para equilibrar seguridad y sostenibilidad?
- Inversión en infraestructura dual
Modernizar refinerías y gasoductos, al mismo tiempo que se expanden proyectos solares, eólicos e hidroeléctricos. - Alianzas público-privadas
Fomentar colaboración con inversionistas internacionales bajo marcos contractuales estables. - Transparencia regulatoria
Establecer reglas claras para la interconexión de proyectos renovables y garantizar piso parejo en licitaciones. - Innovación tecnológica
Invertir en almacenamiento energético, hidrógeno verde y digitalización de redes eléctricas. - Formación de talento
Preparar a las nuevas generaciones de ingenieros y técnicos para un ecosistema energético híbrido.
Un equilibrio delicado
La transición energética en México no puede ser un salto al vacío ni un freno de mano. Se trata de un equilibrio delicado entre seguridad y sostenibilidad, entre garantizar energía accesible hoy y construir un sistema limpio para mañana.
El reto no es menor, pero la oportunidad es histórica: México podría convertirse en líder regional si logra combinar su riqueza de hidrocarburos con el enorme potencial solar y eólico que posee. El tiempo, sin embargo, corre en contra.
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