La próxima participación de México en la cumbre del G7 en Canadá, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, marca un momento crucial para las relaciones económicas, diplomáticas y comerciales con Estados Unidos y otras potencias mundiales. En un entorno global de transformación energética, relocalización industrial y tensiones comerciales, esta reunión puede significar una nueva ruta de oportunidades para empresarios e industrias mexicanas.
La presidenta Sheinbaum confirmó que es “muy probable” que sostenga una reunión bilateral con el presidente estadounidense Donald Trump, donde abordará temas estratégicos como migración, aranceles, comercio bilateral, impuestos a remesas, e incluso exportaciones agropecuarias. Para el sector privado mexicano, este acercamiento representa una ventana de oportunidad para estabilizar y mejorar el entorno de inversión y comercio exterior, particularmente en áreas que han sufrido presión arancelaria en años recientes, como el acero, aluminio y productos del campo.
Además, la mandataria hizo énfasis en reconocer y defender los derechos de la comunidad mexicana en Estados Unidos, lo cual también podría traducirse en mejores condiciones para las remesas, que han sido uno de los pilares financieros para millones de familias mexicanas y un motor de consumo en regiones clave del país. En este sentido, la estabilidad de ese flujo económico resulta vital para sectores como el comercio, vivienda y servicios.
Para la industria manufacturera, automotriz y energética, que se encuentran en plena fase de transformación por el nearshoring y la transición energética, la cumbre del G7 ofrece el foro ideal para reposicionar a México como socio estratégico de América del Norte. La presencia de México como país invitado al lado de Brasil y Ucrania también refleja un reconocimiento del papel geopolítico y económico creciente que desempeña nuestro país.
Finalmente, empresarios, cámaras industriales y actores clave del sector energético deben estar atentos a los acuerdos o declaraciones derivadas de este encuentro, que podría definir el tono de la política económica y comercial bilateral para los próximos años.
La cumbre del G7 no es solo diplomacia, es también una plataforma de alto nivel que puede reactivar flujos de inversión, fortalecer cadenas de valor y reforzar el papel de México en el tablero económico global.
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