La presencia de América Latina en el mercado global de crudo ha ganado relevancia en los últimos años gracias a una combinación de descubrimientos, inversiones extranjeras y la necesidad de diversificar el suministro global. Entre países consolidados como Brasil y México, y emergentes como Guyana, la región se perfila como un espacio estratégico para el equilibrio energético mundial en medio de tensiones geopolíticas y transiciones hacia energías limpias.
Brasil: el gigante regional en expansión
Brasil se ha consolidado como el productor más importante de la región. En 2024 cerró con una producción superior a los 3,7 millones de barriles diarios, según Petrobras, gracias a la explotación de los campos del presal en la cuenca de Santos. La estatal brasileña proyecta que para 2030 la producción nacional podría superar los 5 millones de barriles diarios si se mantienen las inversiones en exploración.
El atractivo de Brasil radica en su estabilidad regulatoria y en la capacidad de atraer capital extranjero. Empresas como Shell, TotalEnergies, Equinor y ExxonMobil participan activamente en proyectos offshore, aportando tecnología y financiamiento. Además, el país ha logrado incrementar sus exportaciones hacia China e India, consolidando su papel como proveedor estable en el mercado global de crudo.
México: resiliencia en medio de limitaciones
México mantiene un rol histórico como productor y exportador, aunque enfrenta desafíos estructurales. La producción de crudo ronda los 1,7 millones de barriles diarios en 2025, con una tendencia a la estabilización tras años de declive. Pemex continúa siendo el actor central, pero su elevado nivel de deuda —superior a 106 mil millones de dólares, según cifras oficiales— limita su capacidad de inversión.
Los proyectos costa afuera en aguas someras y profundas representan una ventana de oportunidad. La Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH) ha destacado que la participación de privados a través de farmouts y asociaciones podría aportar hasta 280 mil barriles diarios adicionales en la próxima década. Sin embargo, la incertidumbre regulatoria y los ajustes de política energética del actual gobierno generan dudas sobre la continuidad de la apertura petrolera.
Aun así, México conserva un papel estratégico por su cercanía con Estados Unidos, principal consumidor de crudo en el mundo, y por su capacidad de exportación a través de puertos clave como Dos Bocas y Tuxpan.
Venezuela: reservas abundantes, producción limitada
Venezuela posee las mayores reservas probadas de petróleo del mundo, estimadas en más de 300 mil millones de barriles. No obstante, la producción efectiva se mantiene en torno a los 900 mil barriles diarios, de acuerdo con la OPEP. Las sanciones impuestas por Estados Unidos y la falta de inversión en infraestructura han impedido una recuperación sostenida de la industria.
En 2024 se observó un ligero repunte tras flexibilizaciones temporales de sanciones, lo que permitió acuerdos con Chevron y otras compañías internacionales. Sin embargo, la falta de mantenimiento en instalaciones clave y la fuga de talento técnico siguen limitando su capacidad de respuesta. Si se consolidara una apertura económica y se levantaran restricciones financieras, Venezuela podría duplicar su producción en menos de cinco años, reintegrándose como actor de peso en el mercado global de crudo.
Colombia: entre la dependencia y la transición
Colombia produce cerca de 780 mil barriles diarios, de los cuales exporta más del 70%. Ecopetrol, la empresa estatal, lidera la operación en un mercado que depende fuertemente de la renta petrolera para financiar sus finanzas públicas.
El país enfrenta una disyuntiva: por un lado, requiere mantener su producción para sostener los ingresos fiscales; por otro, el gobierno actual ha manifestado su intención de frenar nuevos contratos de exploración para cumplir compromisos climáticos. Esta política genera incertidumbre sobre el futuro de la industria y abre el debate sobre la viabilidad de una transición energética acelerada en una economía aún dependiente del crudo.
Guyana: el nuevo protagonista del mercado
Guyana se ha convertido en el caso más sorprendente de la región. En menos de una década, pasó de ser un país sin tradición petrolera a producir más de 600 mil barriles diarios en 2025, gracias a descubrimientos realizados por ExxonMobil, Hess y CNOOC en el bloque Stabroek.
Las proyecciones indican que para 2030 podría superar los 1,2 millones de barriles diarios, colocándose por encima de México y Colombia. Este crecimiento vertiginoso ha atraído miles de millones de dólares en inversión extranjera directa y ha colocado a Guyana en el radar de potencias como Estados Unidos y China.
El reto para este pequeño país será manejar la bonanza sin caer en la llamada “enfermedad holandesa”, es decir, la sobredependencia del petróleo que puede desplazar otras actividades económicas. Su capacidad para establecer un marco institucional sólido definirá si el boom petrolero se traduce en desarrollo sostenible o en vulnerabilidad futura.
América Latina en el tablero energético mundial
El panorama regional refleja una diversidad de realidades: desde el crecimiento acelerado de Guyana y la consolidación de Brasil, hasta la crisis prolongada de Venezuela y las tensiones de política energética en México y Colombia. En conjunto, América Latina aporta más de 7 millones de barriles diarios al mercado global, convirtiéndose en un proveedor indispensable en un mundo marcado por tensiones en Oriente Medio y Rusia.
El mercado global de crudo depende cada vez más de la estabilidad latinoamericana para garantizar el suministro. La pregunta es si los gobiernos de la región sabrán aprovechar este momento para atraer inversiones, fortalecer instituciones y preparar el terreno para la transición energética.
Una ventana que no se puede desaprovechar
La relevancia de América Latina en el mercado global de crudo es indiscutible, pero no eterna. El actual ciclo de precios ofrece una oportunidad para monetizar recursos, mejorar finanzas públicas y atraer capital internacional. Dejar pasar esta coyuntura sin reformas estructurales ni marcos regulatorios claros podría condenar a la región a perder competitividad frente a otros productores emergentes.
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