El riesgo invisible en la era energética digital
En 2025, la ciberseguridad energética dejó de ser un tema exclusivo de especialistas en tecnologías de la información para convertirse en un desafío central de seguridad nacional. Refinerías, plantas de energía y redes de distribución eléctrica están bajo amenaza constante de ataques que no solo buscan lucro económico, sino control y desestabilización de economías enteras.
La acelerada digitalización del sector —con sistemas de control industrial (SCADA), el Internet de las Cosas (IoT) y redes inteligentes— abrió una frontera crítica. El “talón de Aquiles digital” ya no es un concepto hipotético: es un riesgo real, global y con capacidad de paralizar a países enteros dependientes de un suministro energético continuo.
Refinerías: la puerta trasera de la infraestructura crítica
Las refinerías representan uno de los eslabones más frágiles. Su operación depende de redes industriales diseñadas para la eficiencia y no para la defensa cibernética. Según la International Energy Agency (IEA), más del 70 % de los sistemas de control industrial en la industria petrolera carecen de parches de seguridad actualizados, lo que deja vulnerables procesos como bombeo, destilación y almacenamiento
El caso del Colonial Pipeline en 2021, que paralizó por días el suministro de combustibles en la Costa Este de Estados Unidos, es el ejemplo más citado de cómo un ataque cibernético puede escalar a crisis nacional. A este antecedente se suman ataques contra Saudi Aramco en 2012 y 2021, así como contra redes eléctricas en Ucrania en 2015 y 2016, que demostraron la capacidad de los atacantes para desestabilizar sectores estratégicos. En América Latina, incidentes en petroleras de Brasil y México se han mantenido bajo discreción, reflejando una tendencia preocupante: el silencio como estrategia de contención reputacional.
Plantas de energía: objetivos de alto impacto
Las plantas generadoras de electricidad comparten vulnerabilidades similares. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) advierte que más del 60 % de las compañías eléctricas en América Latina carecen de protocolos robustos de ciberseguridad. Este rezago es especialmente crítico en un contexto de creciente electrificación, con el avance de vehículos eléctricos y mayor dependencia de fuentes renovables.
Los ataques ya no se limitan al robo de datos. Grupos criminales —muchos con respaldo estatal— buscan manipular turbinas, válvulas y sistemas de transmisión. Un apagón prolongado tendría efectos inmediatos: interrupción de hospitales, aeropuertos y servicios básicos, generando caos social y político. La Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad (ENISA) ha advertido que este tipo de riesgos podrían convertirse en el principal detonador de crisis regionales en la próxima década.
Factores humanos: el eslabón más débil
La tecnología no es el único frente vulnerable. El factor humano sigue siendo el punto de entrada más común. Según IBM Security, en 2024 más del 80 % de los ataques exitosos contra el sector energético comenzaron con un simple correo de phishing.
Un clic en un archivo malicioso puede abrir el acceso a redes críticas completas. La capacitación insuficiente en ciberseguridad energética es un déficit recurrente en América Latina, donde las inversiones en cultura digital no guardan relación con los riesgos que enfrenta el sector. Mientras Europa y Estados Unidos destinan recursos millonarios a entrenar operadores con protocolos de respuesta, muchas instalaciones latinoamericanas carecen de planes de acción efectivos.
La transición energética también es digital
La transición hacia energías limpias no está exenta de riesgos. Paneles solares, parques eólicos y baterías de almacenamiento, al estar conectados a la red, amplían los puntos de entrada para ciberataques. Cada dispositivo IoT desprotegido puede convertirse en un eslabón débil dentro del sistema.
Un informe del World Economic Forum (2023) advierte que para 2030 más del 70 % de las inversiones en energías renovables estarán vinculadas a sistemas digitales, multiplicando las vulnerabilidades de la infraestructura energética global.
Ciberseguridad como ventaja competitiva
Invertir en ciberseguridad energética no es solo una obligación regulatoria, también representa una ventaja competitiva. Empresas que cumplen con estándares internacionales como NIST, ISO 27001 o la directiva europea NIS2 no solo mitigan riesgos, sino que fortalecen su reputación ante inversionistas y gobiernos.
En mercados cada vez más regulados, demostrar resiliencia digital es ya un requisito para acceder a contratos internacionales y financiamiento sostenible. La ciberseguridad, en este sentido, se convierte en un factor de competitividad global.
Recomendaciones clave para 2025
- Actualizar y reforzar sistemas SCADA y OT.
- Implementar programas permanentes de capacitación para personal operativo y administrativo.
- Establecer protocolos de respuesta y simulacros frente a incidentes.
- Crear alianzas internacionales para compartir inteligencia de amenazas.
- Asegurar supervisión regulatoria más estricta por parte de organismos nacionales y multilaterales.
Blindaje digital o vulnerabilidad permanente
En 2025, hablar de ciberseguridad energética equivale a hablar de soberanía nacional. Los ataques cibernéticos no se ven, pero sus consecuencias son inmediatas y devastadoras. Ignorar las vulnerabilidades en refinerías y plantas de energía no es solo un error técnico: es un riesgo estratégico con implicaciones políticas y económicas.
Para México y América Latina, la elección es clara: invertir hoy en protección digital de la infraestructura crítica o exponerse a un colapso que no vendrá de un desastre natural ni de un conflicto militar, sino de un ataque ejecutado con un clic desde cualquier parte del mundo.
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