La transición hacia gasolinas con mayor contenido de etanol en México no está limitada por la tecnología automotriz mundial ni por la infraestructura de las estaciones de servicio. El verdadero obstáculo es la regulación, que mantiene un tope de 5.8% de etanol en las gasolinas y una prohibición total en las zonas metropolitanas del Valle de México, Guadalajara y Monterrey. Bajo estas condiciones, el país continúa atrapado en un círculo técnico y normativo que impide que los biocombustibles avancen.
Debido a la regulación actual, los vehículos comercializados en México no incluyen sistemas de recuperación de vapores, tecnología esencial para operar con mezclas más altas de etanol sin incrementar emisiones contaminantes ni acelerar el desgaste de los motores. Este sistema sí está presente en los autos fabricados para el mercado de Estados Unidos, donde la norma lo exige.
“Desafortunadamente no están listos los autos mexicanos. Todo lo que exportamos ya trae ese sistema, porque por regulación de Estados Unidos lo requiere, pero en México no hay eso”, explicó Ricardo Quiroz, presidente de la Asociación Mexicana de Proveedores de Estaciones de Servicio (AMPES).
Sin este mecanismo, advirtió, las emisiones aumentan: “El sector automotriz también debe ser consciente de la parte medioambiental”.
La falta de obligación normativa ha frenado la evolución tecnológica del parque vehicular. Las armadoras no incorporan equipos compatibles porque la regulación no lo exige, y como la regulación no cambia, tampoco existe un mercado que demande motores listos para mezclas superiores. El resultado: un estancamiento que impide el uso de biocombustibles más limpios.
Camiones y tractocamiones: potencial, pero retos técnicos
La Asociación Nacional de Productores de Autobuses, Camiones y Tractocamiones (ANPACT) reconoce que el etanol tiene potencial para reducir emisiones en transporte pesado, pero advierte que la transición sería gradual.
“Globalmente, el etanol representa una opción especialmente para la reducción de emisiones en vehículos pesados a combustión interna”, destaca el organismo.
Sin embargo, Javier Valadez, director de operaciones México de Kenworth, precisó que los motores pesados no deberían operar con mezclas superiores a 20% sin revisiones profundas. Valadez explica que ciertos plásticos y empaques se degradan más rápido en contacto con el alcohol, lo que implica sustituciones de materiales y ajustes a procesos anticorrosivos. Sin cambios regulatorios claros, ni fabricantes ni transportistas están dispuestos a asumir estos costos adicionales.
El marco normativo: una barrera rígida
La NOM-016, que regula la calidad de los combustibles, establece límites estrictos:
- Máximo 5.8% de etanol en la gasolina en la mayor parte del país.
- Prohibición total en tres de las zonas metropolitanas más grandes.
Esto convierte cualquier mezcla mayor en una adulteración, con sanciones y estrictos controles de trazabilidad.
No obstante, la posibilidad de un cambio existe. De acuerdo con el sector, el gobierno y los organismos energéticos ya analizan un anteproyecto de modificación a la norma. La revisión incluirá estudios sobre almacenamiento, distribución, motores y efectos ambientales.
Gasolineras listas
A diferencia del rezago en la tecnología vehicular, las estaciones de servicio se encuentran ampliamente preparadas para operar con mezclas elevadas de etanol, ya que gran parte de su infraestructura proviene del mercado estadounidense.
El resultado es un mercado inmóvil, donde la norma bloquea tanto la evolución tecnológica como la apertura a combustibles más limpios. Mientras no se modifique la regulación, ni los fabricantes de vehículos ni los consumidores podrán avanzar hacia un modelo energético que ya opera en países como Estados Unidos, Brasil o la Unión Europea.
La transición hacia combustibles con más etanol no depende de capacidad técnica. Depende de una decisión regulatoria que México aún no toma.