La filial de Petróleos Mexicanos, Gasolinas Bienestar, recibió autorización por parte de la Secretaría de Energía (Sener) para exportar más de 1,373 millones de litros de combustibles, gasolina, diésel y turbosina a más de 150 países alrededor del mundo. Incluyendo naciones con baja demanda energética, mercados poco desarrollados e incluso territorios en conflicto o sin relaciones comerciales consolidadas con México.
De acuerdo con información oficial, la empresa podrá vender 1,278 millones de litros de gasolina Magna, con una cifra estimada en los 1,400 millones de dólares, así como 95 millones de litros de turbosina, valuados en cerca de 67 millones de dólares. La autorización con una vigencia de un año, aunque hasta ahora no se han dado a conocer detalles sobre la logística de transporte, los compradores específicos ni los mecanismos de trazabilidad de los embarques.
De acuerdo con la Sener se establece que las exportaciones deberán cumplir con todas las normas federales, estatales y municipales, además de respetar la clasificación arancelaria correspondiente, el plan genera dudas sobre su alcance real. En la lista de países autorizados figuran regiones con infraestructura limitada o inestable para el manejo de combustibles, como Corea del Norte, Siria, Franja de Gaza, Yemen, Afganistán y Tayikistán, entre otros.
Las Gasolineras del Bienestar fueron creadas durante el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador con el objetivo de fortalecer la presencia del Estado en el mercado de hidrocarburos. Sin embargo, su operación se ha mantenido casi exclusivamente en el ámbito interno y carece de historial en exportaciones, lo que aumenta la incertidumbre sobre la capacidad para ejecutar una expansión comercial de esta magnitud. Tampoco se ha informado si Pemex asumirá los riesgos logísticos, financieros o diplomáticos derivados de las operaciones.
La amplitud del permiso que abarca desde mercados consolidados como Estados Unidos y Alemania hasta destinos marginales como Burundi y Macao deja abiertos cuestionamientos sobre la viabilidad comercial del plan, el destino final de los combustibles y el uso estratégico de una filial estatal en transacciones que podrían exceder su capacidad técnica y regulatoria.
Mientras la incertidumbre continúa, el proyecto coloca nuevamente bajo escrutinio el papel de Pemex y sus filiales en la política energética mexicana y su incursión en los mercados internacionales.