Oro negro y crecimiento frágil: El impacto de los precios del petróleo en la recuperación económica global en 2025 - Petróleo y Energía

Oro negro y crecimiento frágil: El impacto de los precios del petróleo en la recuperación económica global en 2025

A cuatro años del inicio de la pandemia, los precios del petróleo continúan siendo un factor crucial en la recuperación económica mundial. Mientras los países desarrollados enfrentan presiones inflacionarias, las economías emergentes se debaten entre crecimiento y vulnerabilidad. Un análisis profundo del papel estratégico del crudo en 2025.

JUNIO 03 , 2025
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A mediados de 2025, la economía global navega aguas turbulentas. Si bien muchos indicadores muestran signos de estabilización tras los estragos del COVID-19, la recuperación económica no ha sido ni homogénea ni lineal. En este contexto, los precios del petróleo continúan jugando un papel fundamental. El crudo, como insumo energético y financiero estratégico, sigue influyendo de manera directa en las dinámicas de inflación, crecimiento y balanza comercial tanto en países desarrollados como en emergentes.

Según el informe trimestral de la Agencia Internacional de Energía (IEA), el precio del barril Brent promedió 86 dólares en abril de 2025, impulsado por una recuperación de la demanda en Asia y recortes de producción prolongados por parte de la OPEP+. Aunque lejos de los picos de 2022, estos precios aún generan efectos de segunda ronda en la estructura de costos de transporte, manufactura y alimentos.

Las economías desarrolladas: estabilización con tensiones

En Estados Unidos, la Reserva Federal ha moderado su política de tasas tras una lucha prolongada contra la inflación postpandémica. Sin embargo, los precios elevados del petróleo continúan afectando los costos logísticos e industriales, contribuyendo a una inflación subyacente que se resiste a bajar del 3%.

Europa, por su parte, ha logrado reducir su dependencia del gas ruso, pero lo ha hecho incrementando su exposición a los mercados petroleros globales. Alemania, Francia e Italia han registrado repuntes de precios energéticos en el primer trimestre, lo que ha obligado a sus bancos centrales a mantener políticas restrictivas.

El Reino Unido y Japón, aunque más diversificados en su matriz energética, también han resentido el alza de los precios del crudo, que afecta tanto a las finanzas públicas como al poder adquisitivo. El crecimiento proyectado para 2025 en el G7 se mantiene por debajo del 1.8%, con claros signos de fatiga estructural.

Economías emergentes: entre el alivio y la fragilidad

En el caso de las economías emergentes, el impacto es más heterogéneo. Exportadores netos de petróleo como Brasil, Colombia, Nigeria y Arabia Saudita han disfrutado de ingresos extraordinarios que les han permitido amortiguar los efectos de la pandemia, estabilizar sus monedas y financiar políticas sociales.

Arabia Saudita, por ejemplo, reportó en mayo un superávit fiscal superior al 3% del PIB, gracias a los altos precios sostenidos del crudo y sus nuevas alianzas con China e India para exportación directa. Nigeria, sin embargo, enfrenta problemas estructurales que limitan los beneficios de los altos precios, como baja capacidad de refinación y corrupción endémica.

En contraste, los importadores netos como India, Turquía y gran parte del sudeste asiático han enfrentado importantes desafíos. India, a pesar de su robusto crecimiento del 6.2% proyectado para este año, ha debido aumentar los subsidios al combustible para contener el descontento social. Su déficit comercial se ha ampliado, poniendo presión sobre la rupia.

En América Latina, México vive una situación ambigua. Aunque exportador de crudo, su dependencia de importaciones de refinados y su sistema fiscal vinculado a PEMEX generan un escenario de vulnerabilidad fiscal. La empresa estatal sigue absorbiendo buena parte de los ingresos sin una estrategia clara de diversificación energética.

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OPEP+, geopolítica y manipulación de la oferta

Uno de los principales factores que han sostenido el precio del petróleo en 2025 ha sido la estrategia de la OPEP+, liderada por Arabia Saudita y Rusia, de mantener recortes voluntarios en la producción para estabilizar el mercado. A pesar de los llamados de países consumidores para incrementar la oferta, la organización ha optado por una política restrictiva, alegando la necesidad de proteger los ingresos de sus miembros.

A ello se suma el conflicto geopolítico latente en el Mar Rojo y el Golfo Pérsico, que ha elevado las primas de riesgo en las rutas marítimas y encarecido los seguros de transporte, afectando especialmente a países de bajo ingreso.

Estados Unidos ha intentado contrarrestar la influencia de la OPEP+ liberando reservas estratégicas de petróleo y promoviendo la producción doméstica de shale oil, que en 2025 ha alcanzado niveles récord. Sin embargo, la producción no convencional también está sujeta a críticas ambientales y no está exenta de riesgos financieros, dada su elevada dependencia del precio de equilibrio.

Transición energética: aún lejana para muchas economías

Un elemento clave en el debate es la velocidad de la transición energética. Aunque el crecimiento de las renovables ha sido notable —con una participación récord del 14% en la generación eléctrica mundial—, la dependencia del petróleo para transporte, petroquímica y calefacción sigue siendo dominante.

En economías en desarrollo, los altos costos iniciales de las tecnologías limpias, la falta de infraestructura y la presión de los mercados laborales han dificultado el abandono del crudo. Para muchos países, el petróleo sigue siendo sinónimo de empleo, ingresos fiscales y estabilidad macroeconómica.

¿Qué significa esto para la recuperación?

La recuperación económica postpandemia, al llegar al ecuador de la década, se revela profundamente condicionada por el precio del petróleo. Este no solo afecta directamente los costos de producción y consumo, sino también la política monetaria, la estabilidad fiscal y la competitividad de las naciones.

Mientras el petróleo siga desempeñando un rol central en la economía global, la recuperación será vulnerable a sus fluctuaciones. Los países que logren diversificar su matriz energética y sus fuentes de ingreso estarán mejor posicionados para resistir futuras crisis. Aquellos que sigan atados al ciclo del crudo, dependerán de factores exógenos que escapan a su control.

Una economía global aún atada al barril

A pesar de los avances tecnológicos y los compromisos climáticos, en 2025 el petróleo sigue siendo una variable macroeconómica clave. La pandemia alteró los equilibrios globales, pero no logró desplazar el papel estratégico del crudo en la recuperación. Mientras tanto, las decisiones de política energética seguirán marcando el ritmo —y la profundidad— de la reactivación en el Norte y en el Sur global.

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