Pemex y el Fracking: Implicaciones Económicas y Geopolíticas para México
El anuncio del 5 de agosto de 2025 del gobierno de Claudia Sheinbaum de retomar la exploración de hidrocarburos no convencionales a través de Pemex marca un momento crucial para la economía y la geopolítica de México.
Este plan, integrado en el Plan Estratégico 2025-2035, busca aumentar la producción de gas natural y crudo para reducir la dependencia de importaciones y fortalecer la soberanía energética.
Sin embargo, la estrategia, que depende del fracking y de asociaciones con el sector privado, tiene profundas implicaciones económicas y geopolíticas que podrían redefinir el papel de México en el mercado energético global. Este editorial analiza las oportunidades y los desafíos de esta ambiciosa apuesta.
Oportunidades Económicas
La explotación de hidrocarburos no convencionales ofrece a Pemex la posibilidad de transformar su situación financiera. Con una deuda cercana a los 98,000 millones de dólares, la empresa estatal enfrenta una presión constante para generar ingresos y reducir su dependencia de subsidios gubernamentales. El Plan Estratégico proyecta ingresos de hasta 5 billones de pesos durante el sexenio, impulsados por la producción de 197 millones de barriles de crudo y 303 mil millones de pies cúbicos de gas para 2030.
El aumento en la producción de gas natural podría reducir la dependencia de México de las importaciones, que actualmente representan más del 70% del consumo nacional. Esto no solo estabilizaría los precios de los combustibles, cumpliendo el compromiso de Sheinbaum de mantener la gasolina por debajo de los 24 pesos por litro, sino que también fortalecería la balanza comercial del país. Además, Pemex planea diversificar su portafolio hacia la petroquímica y los fertilizantes, sectores que podrían generar ingresos adicionales y apoyar el desarrollo económico.
Asociaciones con el Sector Privado
Un componente clave del plan es la participación del sector privado a través de contratos mixtos. Este modelo permite a Pemex compartir los riesgos financieros y técnicos de la exploración, atrayendo inversión extranjera y tecnología avanzada. Según el director general de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, estas asociaciones son esenciales para acelerar el desarrollo de los yacimientos no convencionales en las cuencas de Tampico-Misantla, Sabinas-Burro Picachos y Burgos.
Sin embargo, este enfoque podría generar controversia en un país donde la soberanía energética es un tema sensible. La percepción de una posible privatización encubierta podría desencadenar oposición pública, especialmente entre los sectores que defienden el control estatal sobre los recursos energéticos. El gobierno de Sheinbaum deberá manejar cuidadosamente la comunicación de estas asociaciones para evitar conflictos.
Reestructuración Financiera
El plan incluye una reestructuración financiera respaldada por la Secretaría de Hacienda, con medidas como un fondo de inversión de 250,000 millones de pesos liderado por Banobras y la banca privada, y un nuevo régimen fiscal denominado Derecho Petrolero para el Bienestar. Estas iniciativas buscan reducir la deuda de Pemex en un 25% para 2030 y recuperar su grado de inversión crediticia, lo que facilitaría el acceso a financiamiento internacional.
Implicaciones Geopolíticas
La reactivación del fracking posiciona a México como un actor más competitivo en el mercado energético global. Al reducir la dependencia de las importaciones de gas natural de Estados Unidos, México podría fortalecer su autonomía energética y negociar desde una posición más sólida en acuerdos comerciales. Además, el aumento en la producción de hidrocarburos podría atraer la atención de inversionistas internacionales, especialmente de países con experiencia en shale gas, como Estados Unidos y Canadá.
Sin embargo, la estrategia también plantea riesgos geopolíticos. La dependencia del fracking podría alinear a México con una matriz energética basada en combustibles fósiles en un momento en que la comunidad internacional presiona por la descarbonización. Esto podría complicar las relaciones con socios comerciales que priorizan las energías renovables, como la Unión Europea, y limitar el acceso de México a financiamiento climático.
Perspectivas a Largo Plazo
El plan de Pemex proyecta una contribución inicial modesta de los hidrocarburos no convencionales entre 2026 y 2028, con volúmenes significativos esperados a partir de 2029. El éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad de Pemex para implementar tecnologías avanzadas y garantizar la transparencia en las asociaciones con el sector privado. Además, el plan contempla una diversificación hacia energías renovables, como el litio y los biocombustibles, lo que podría mitigar los riesgos geopolíticos asociados con la dependencia de los combustibles fósiles.
Hacia una Soberanía Energética Sostenible
La estrategia de Pemex para explotar hidrocarburos no convencionales refleja un esfuerzo por equilibrar el crecimiento económico con la soberanía energética. Sin embargo, su éxito dependerá de la capacidad del gobierno para gestionar los riesgos geopolíticos y financieros, así como de la aceptación pública de las asociaciones con el sector privado.
La experiencia de Sheinbaum como científica y su compromiso con el desarrollo económico podrían guiar este proceso, pero la presión para cumplir con las expectativas será intensa.
La reactivación del fracking en México es una oportunidad para revitalizar la economía y consolidar la soberanía energética, pero también plantea desafíos geopolíticos y financieros. Pemex debe navegar este camino con transparencia y visión estratégica para garantizar un futuro energético competitivo y sostenible.
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