La celda de combustible de hidrógeno se ha consolidado como una de las tecnologías más prometedoras en la búsqueda de alternativas energéticas sostenibles. En un contexto donde los compromisos climáticos globales obligan a acelerar la descarbonización, este sistema se presenta como una solución imprescindible para sectores que demandan alta eficiencia y bajas emisiones.
Cómo funciona una celda de combustible de hidrógeno
Una celda de combustible de hidrógeno convierte la energía química en electricidad a través de una reacción electroquímica. El hidrógeno ingresa por el ánodo y el oxígeno por el cátodo. Un electrolito permite el paso de protones, mientras los electrones circulan por un circuito externo generando corriente. El único subproducto directo es agua.
La idea no es nueva. En 1839, el físico británico William Grove desarrolló la primera celda rudimentaria. Sin embargo, su aplicación masiva quedó limitada por costos y falta de infraestructura. Hoy, con la presión climática y la maduración tecnológica, ha resurgido como un actor central en la transición energética.
Según informes existen más de 1.200 proyectos de hidrógeno anunciados en 50 países, muchos de ellos con aplicaciones en celdas de combustible para transporte y generación estacionaria.
Aplicaciones industriales y de movilidad
El sector automotriz ha sido uno de los principales laboratorios de prueba. Empresas como Toyota con el Mirai, y Hyundai con el Nexo, han introducido vehículos impulsados por celdas de combustible de hidrógeno en mercados como Japón, Corea del Sur y Europa. Estos autos ofrecen autonomías superiores a 500 kilómetros y tiempos de recarga de apenas cinco minutos, lo que los coloca como alternativa frente a los vehículos eléctricos de batería.
En el transporte pesado, fabricantes como Nikola Corporation y Hyundai Motor Group apuestan por camiones de hidrógeno para reducir emisiones en rutas de larga distancia, donde las baterías tradicionales muestran limitaciones. En 2025, el puerto de Róterdam inició pruebas con grúas portuarias impulsadas por celdas de combustible, reforzando el potencial logístico de esta tecnología.
La generación estacionaria también gana terreno. Empresas como Bloom Energy en Estados Unidos ofrecen sistemas de celdas de combustible para hospitales, centros de datos y plantas industriales, con la ventaja de proveer electricidad confiable y libre de emisiones locales.
Retos técnicos y económicos
Pese a su atractivo, la celda de combustible de hidrógeno enfrenta desafíos relevantes. El principal es el costo del hidrógeno verde, que en 2025 aún oscila entre 3 y 6 dólares por kilogramo, según datos del Hydrogen Council. Aunque las proyecciones estiman que bajará a menos de 2 dólares hacia 2030, hoy representa una barrera frente a los combustibles fósiles.
La infraestructura también limita su expansión. Europa tiene menos de 2.000 estaciones de hidrógeno operativas, mientras que la red de carga eléctrica supera las 600.000 unidades. En América Latina, países como Chile y México han iniciado planes piloto, pero la falta de corredores de abastecimiento frena la masificación.
En términos de eficiencia, una celda de combustible convierte entre el 40% y el 60% de la energía contenida en el hidrógeno en electricidad utilizable. Aunque es más eficiente que un motor de combustión interna, aún queda por detrás de las baterías de ion-litio en ciertos escenarios de movilidad urbana.
Perspectivas futuras y proyectos en marcha
La apuesta global por el hidrógeno ha generado una ola de inversiones. La Unión Europea, con su Estrategia del Hidrógeno (2020-2050), busca desplegar 40 GW de electrolizadores para 2030, gran parte destinados a alimentar celdas de combustible. China, por su parte, anunció en 2025 un plan para producir 200.000 vehículos de hidrógeno antes de 2035.
En América Latina, Chile lidera con su Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, con proyectos en Magallanes orientados a exportar combustible limpio. México, aunque rezagado, analiza incorporar celdas de combustible en transporte público como parte de los proyectos de movilidad sustentable de la Ciudad de México.
La innovación también abre nuevas posibilidades. Investigadores del MIT han desarrollado en 2024 membranas más resistentes y baratas para las celdas, lo que podría reducir costos de producción y extender su vida útil.
Hidrógeno y seguridad energética: un vínculo estratégico
El desarrollo de celdas de combustible no solo responde a criterios ambientales. También fortalece la seguridad energética. Países dependientes de importaciones de gas y petróleo ven en el hidrógeno una alternativa para diversificar su matriz y reducir vulnerabilidades geopolíticas. La guerra en Ucrania (2022–2024) evidenció los riesgos de la dependencia de combustibles fósiles importados.
El World Energy Council (2025) subraya que la diversificación hacia tecnologías como las celdas de combustible es clave para reducir la exposición a crisis internacionales y para garantizar un suministro confiable de energía limpia.
Una tecnología en camino a la madurez
La celda de combustible de hidrógeno se encuentra en un punto de inflexión. No es todavía una solución masiva, pero las inversiones públicas y privadas, junto con la presión climática global, aceleran su consolidación. El reto será equilibrar costos, infraestructura y regulaciones, sin perder de vista su potencial para transformar sectores estratégicos.
La evidencia muestra que el hidrógeno no es una moda pasajera, sino un componente estructural de la transición energética. Si los gobiernos y las empresas logran superar las barreras actuales, las celdas de combustible podrán jugar un rol decisivo en el camino hacia un futuro bajo en carbono.
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