Colaboración: La clave para soluciones climáticas creíbles y sostenibles

La crisis climática exige respuestas urgentes, pero no cualquier respuesta será suficiente. Solo mediante una colaboración genuina y transversal se pueden diseñar e implementar soluciones climáticas creíbles y sostenibles a largo plazo.

Hace 8 horas
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Una emergencia que no admite respuestas aisladas

La crisis climática no reconoce fronteras. Desde las olas de calor en Europa hasta las sequías prolongadas en América Latina o las inundaciones devastadoras en Asia, sus impactos se manifiestan de manera simultánea y entrelazada a nivel global. En este escenario, las soluciones fragmentadas, locales o sectoriales ya no son suficientes. Si bien los avances tecnológicos, las políticas públicas y las iniciativas empresariales individuales son necesarios, su eficacia depende en gran medida de un componente muchas veces subestimado: la colaboración.

Por qué la colaboración es esencial para la acción climática

La colaboración efectiva implica mucho más que acuerdos diplomáticos o declaraciones conjuntas. Significa integración operativa, alineación de objetivos y transparencia entre actores con intereses diversos. En materia climática, esto se traduce en acciones coordinadas entre gobiernos, empresas, instituciones científicas, comunidades locales y organizaciones de la sociedad civil.

La razón es sencilla: los desafíos climáticos son interdependientes y requieren respuestas sistémicas. Un informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advierte que limitar el calentamiento global a 1.5°C solo será posible mediante transformaciones «rápidas, de gran alcance y sin precedentes» en todos los aspectos de la sociedad. Tales transformaciones solo pueden lograrse si se trabaja conjuntamente a través de sectores y fronteras.

Casos de éxito: modelos colaborativos que inspiran

Existen ejemplos concretos que demuestran que la colaboración climática no solo es deseable, sino posible y eficaz. Uno de los casos más notables es el del Pacto de los Alcaldes para el Clima y la Energía, una iniciativa global que agrupa a más de 10,000 ciudades en compromisos voluntarios para reducir emisiones, adaptarse al cambio climático y garantizar acceso sostenible a la energía. Al compartir datos, estrategias y recursos, estas ciudades están demostrando que las soluciones escalables pueden surgir desde lo local, siempre que exista articulación multilateral.

Otro caso paradigmático es el Acuerdo de París, que, aunque imperfecto, introdujo un marco normativo flexible que incentiva la cooperación continua entre Estados. A través de los compromisos nacionalmente determinados (NDC, por sus siglas en inglés), se reconoce que cada país puede actuar según sus capacidades, pero dentro de un esfuerzo global coordinado. El éxito de este acuerdo, sin embargo, depende de que los países transformen sus promesas en políticas públicas efectivas y en colaboración con actores no estatales.

Empresas y sociedad civil: aliados estratégicos, no secundarios

Durante mucho tiempo, el discurso climático estuvo dominado por actores gubernamentales y científicos. Sin embargo, el sector privado y la sociedad civil están desempeñando un papel cada vez más relevante. Las grandes empresas, impulsadas tanto por la presión regulatoria como por consumidores más conscientes, están incorporando criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) en sus modelos de negocio.

Un ejemplo destacado es el Science Based Targets initiative (SBTi), que permite a las empresas alinear sus estrategias de reducción de emisiones con los objetivos científicos establecidos por el IPCC. Más de 4,000 empresas han adherido a esta iniciativa, mostrando que la acción climática corporativa, cuando es transparente y basada en ciencia, puede generar impactos concretos.

Asimismo, las comunidades indígenas y organizaciones de base aportan conocimientos valiosos sobre resiliencia ecosistémica y adaptación, especialmente en territorios vulnerables. Ignorar su voz sería tanto un error ético como estratégico. La participación inclusiva no solo fortalece la legitimidad de las soluciones climáticas, sino que también aumenta su eficacia.

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Los retos de la colaboración climática

No obstante, colaborar no es fácil. Existen barreras estructurales, como asimetrías de poder, intereses contrapuestos y falta de mecanismos de gobernanza adecuados. Además, la desinformación y el escepticismo climático dificultan la construcción de consensos. Para superar estos obstáculos, se requieren plataformas de diálogo transparente, incentivos alineados y un enfoque basado en la confianza mutua.

La colaboración también debe evitar caer en la trampa del “greenwashing” o de las alianzas simbólicas. Las iniciativas deben ser medibles, auditables y estar respaldadas por evidencia. Aquí, la labor de organismos verificadores, como CDP o Climate Action Tracker, es fundamental para garantizar la credibilidad del compromiso climático.

De la urgencia a la acción transformadora

Estamos ante una década decisiva. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), para 2030 se debe reducir al menos un 45 % de las emisiones globales de CO₂ respecto a los niveles de 2010 para mantener la meta del 1.5°C viable. Este objetivo, aunque ambicioso, no es inalcanzable si la colaboración se convierte en principio rector de la acción climática.

Lograrlo implica invertir en investigación conjunta, facilitar transferencia tecnológica entre países del norte y del sur global, y promover políticas fiscales y regulatorias que recompensen las sinergias entre actores. También requiere voluntad política sostenida y liderazgo ético, elementos que solo pueden sostenerse mediante una base social informada y participativa.

Reconfigurar el paradigma: del aislamiento al tejido colectivo

La narrativa tradicional que posiciona al cambio climático como un desafío técnico debe evolucionar hacia un enfoque relacional. No se trata solo de tecnologías limpias o nuevos marcos legales, sino de construir un tejido colaborativo que soporte una transición justa, equitativa y eficaz. La credibilidad de cualquier solución climática reside, hoy más que nunca, en su capacidad de articular actores diversos en torno a objetivos comunes.

Si queremos evitar los peores escenarios, necesitamos algo más que ciencia y políticas: necesitamos colaboración con propósito, visión compartida y responsabilidad colectiva. En el clima del siglo XXI, cooperar no es una opción, es la única vía creíble.

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