Hidrógeno verde en Latinoamérica: la nueva frontera energética

El imprescindible hidrógeno verde se consolida como el motor de la transición energética. En Latinoamérica, Chile, Brasil y México avanzan con proyectos estratégicos que podrían convertir a la región en un referente mundial de exportación de energía limpia.

Hace 7 horas
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El futuro ya está aquí

El imprescindible hidrógeno verde ha dejado de ser una promesa futurista y se posiciona como uno de los pilares de la descarbonización global. Su producción, a través de electrólisis impulsada por energías renovables como la solar, eólica o hidroeléctrica, lo convierte en un combustible de cero emisiones aplicable a sectores de difícil electrificación, entre ellos el acero, el transporte marítimo y la aviación.

De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), en 2025 el mercado global de hidrógeno verde alcanza un valor superior a los 150,000 millones de dólares, con proyecciones de crecimiento acelerado hacia 2050 (IRENA). En este escenario, Latinoamérica aparece como un jugador imprescindible gracias a su abundancia de recursos naturales, amplia disponibilidad de territorio y cercanía con mercados de alto consumo como Estados Unidos, Europa y Asia.

Chile: pionero y referente regional

Chile lidera la carrera latinoamericana. En 2020 presentó su Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde, con el objetivo de producir el hidrógeno más competitivo y barato del mundo para 2030.

La región de Magallanes se ha convertido en un hub de inversión internacional, con la participación de compañías como Enel, Siemens Energy y TotalEnergies. Según estimaciones del Ministerio de Energía, Chile planea alcanzar 25 GW de capacidad de electrólisis en 2030.

La combinación de vientos patagónicos fuertes y persistentes, junto con una alta radiación solar en el norte, posiciona al país como un laboratorio natural para la expansión del hidrógeno verde. La meta: exportar millones de toneladas hacia Asia y Europa y consolidar a Chile como referente mundial.

Brasil: el gigante energético diversificado

Brasil, respaldado por su extensa infraestructura hidroeléctrica y sus avances en energía eólica, se convierte en otro actor imprescindible de la transición.

En 2024, el Puerto de Pecém en Ceará se consolidó como uno de los principales corredores de exportación de hidrógeno verde en América Latina. Empresas como Fortescue Future Industries (FFI) y Shell impulsan megaproyectos destinados a la producción y exportación hacia Europa.

La estrategia brasileña apuesta por aprovechar el potencial de la energía eólica marina en el noreste, junto con su capacidad industrial instalada. Con una matriz ya mayoritariamente limpia (más del 60% hidroeléctrica, según la Agencia Nacional de Energía Eléctrica de Brasil), el país busca diversificar su portafolio y consolidar su liderazgo global en energías limpias.

México: oportunidad y desafíos

México también posee condiciones estratégicas para el imprescindible hidrógeno verde. Regiones como Sonora y Chihuahua cuentan con irradiación solar de clase mundial, mientras que el Istmo de Tehuantepec alberga un corredor eólico de gran escala. Sin embargo, su avance ha sido más lento.

En 2023 se fundó la Asociación Mexicana de Hidrógeno para promover el desarrollo regulatorio y proyectos piloto. Empresas como Cummins, Engie y Mitsui ya estudian inversiones en electrólisis en Baja California y Sonora, orientadas al mercado estadounidense.

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El principal obstáculo es regulatorio: la ausencia de una política nacional clara y la falta de incentivos fiscales ralentizan la expansión. Aun así, el Plan Sonora de Energía Sostenible, que integra energía solar y potencial de hidrógeno verde, representa una posible palanca de transformación.

Otros actores en la región

Latinoamérica presenta una diversidad de apuestas en marcha:

  • Colombia: lanzó en 2021 su hoja de ruta para el hidrógeno verde y azul con respaldo de la CAF y el BID.
  • Uruguay: avanza en proyectos piloto de movilidad y transporte pesado.
  • Argentina: desarrolla iniciativas en la Patagonia, aprovechando su recurso eólico.

Estas experiencias confirman que la región se prepara para una competencia internacional cada vez más intensa.

La mirada internacional: inversión y competitividad

Europa y Asia constituyen los principales destinos de exportación para el hidrógeno verde latinoamericano. La Unión Europea, a través de su plan Fit for 55, pretende importar millones de toneladas para reducir su dependencia del gas ruso. Japón y Corea del Sur han firmado memorandos de entendimiento con países de la región para asegurar suministros a largo plazo.

No obstante, la competencia global es feroz. Arabia Saudita, Australia y Marruecos despliegan proyectos de gran escala que buscan captar el mismo mercado. El reto para América Latina será consolidar un diferencial competitivo basado en costos bajos y seguridad de suministro gracias a sus abundantes recursos renovables.

Obstáculos estructurales para la región

  • Infraestructura de exportación: puertos, ductos y cadenas logísticas aún incipientes.
  • Financiamiento: los proyectos de electrólisis requieren inversiones multimillonarias difíciles de asegurar sin marcos regulatorios claros.
  • Certificación internacional: imprescindible para que el hidrógeno sea reconocido como verde.
  • Regulación: aún débil en varios países, lo que limita la certeza jurídica y la atracción de capital extranjero.

Un horizonte que no se puede perder

El imprescindible hidrógeno verde en Latinoamérica no es solo una tendencia tecnológica, sino una oportunidad histórica para transformar la matriz energética, atraer inversión extranjera y posicionar a la región como exportadora de energía limpia.

Chile ya marca la pauta, Brasil acelera con fuerza y México se encuentra en la etapa de definición estratégica. El reto consiste en que estas oportunidades no se diluyan entre regulaciones ambiguas y carencias de infraestructura.

Si gobiernos, empresas e instituciones logran alinear políticas públicas, financiamiento e innovación tecnológica, el hidrógeno verde se convertirá en el nuevo motor de desarrollo sostenible hacia 2050. América Latina no puede permitirse quedar al margen: su papel en la transición energética global es imprescindible.

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