Comisión Federal de Electricidad: historia y funciones de una empresa estratégica
Desde su fundación, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha sido protagonista del desarrollo económico y social de México. Su papel ha evolucionado con los cambios políticos, tecnológicos y climáticos del país, convirtiéndola en una institución clave para entender el presente y futuro del sistema eléctrico nacional.
Origen histórico de la CFE: una respuesta al atraso eléctrico
La Comisión Federal de Electricidad fue creada el 14 de agosto de 1937, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas del Río, como respuesta a la escasa cobertura eléctrica del país. En ese momento, menos del 40 % del territorio mexicano contaba con servicio eléctrico, y gran parte del suministro estaba controlado por empresas privadas extranjeras, como la American and Foreign Power Company.
El objetivo principal de la nueva empresa pública era impulsar la electrificación del país bajo criterios de soberanía y desarrollo regional. Bajo la Ley del Servicio Público de Energía Eléctrica de 1938, la CFE obtuvo atribuciones amplias para planificar, construir, operar y mantener la infraestructura eléctrica nacional. Entre las primeras grandes obras se cuentan las hidroeléctricas de Necaxa y Temascal, fundamentales para garantizar energía a zonas urbanas y rurales.
En los años posteriores, la CFE consolidó su presencia mediante un agresivo programa de expansión. La nacionalización de la industria eléctrica en 1960, impulsada por el presidente Adolfo López Mateos, transfirió a la CFE el control de las empresas privadas, fortaleciendo su papel como monopolio estatal del sector eléctrico.
Funciones actuales: generación, transmisión y un nuevo reto ambiental
Hoy en día, la Comisión Federal de Electricidad opera como empresa productiva del Estado, en conformidad con la reforma energética de 2013. Sus funciones principales abarcan la generación, transmisión, distribución y comercialización de energía eléctrica, aunque algunos segmentos del mercado han sido abiertos a la competencia privada.
De acuerdo con su Informe Anual 2024, la CFE genera cerca del 39 % de la electricidad del país, mientras que el resto proviene de productores independientes y empresas privadas. Administra más de 110 centrales de generación, incluyendo hidroeléctricas, termoeléctricas, ciclos combinados, geotérmicas, solares y nucleares. Su infraestructura de transmisión cubre más de 110,000 kilómetros de líneas de alta tensión, conectando regiones clave como el Bajío, el norte industrial y la península de Yucatán.
La empresa también opera subsidiarias y filiales como CFE Transmisión, CFE Distribución, CFE Energía y CFE Internacional, con presencia incluso en el mercado de gas natural en Estados Unidos. Su operación está regulada por entes como la Comisión Reguladora de Energía (CRE) y el Centro Nacional de Control de Energía (CENACE).
Sin embargo, en la última década, el reto más apremiante para la CFE ha sido su adaptación al escenario global de transición energética. A pesar de algunos avances en energías limpias, como la modernización de hidroeléctricas y proyectos solares en Sonora, la empresa sigue dependiendo en gran medida de fuentes fósiles: en 2024, el 67 % de su generación provino de gas natural y combustóleo, según datos de la Secretaría de Energía.
Proyectos, desafíos y futuro de la empresa eléctrica nacional
La CFE enfrenta hoy una encrucijada estratégica: modernizar su operación para hacerla más sostenible, competitiva y transparente, o correr el riesgo de quedar rezagada frente a un mercado que exige bajas emisiones y mayor eficiencia.
Uno de los proyectos emblemáticos de esta transformación es el Plan Sonora de Energía Solar, en colaboración con la Secretaría de Energía y el gobierno estatal. Este plan busca instalar más de 1,000 MW de capacidad fotovoltaica para abastecer a la región fronteriza, con posible conexión al mercado energético de Arizona.
Adicionalmente, la empresa ha anunciado inversiones para repotenciar centrales hidroeléctricas, construir nuevas plantas de ciclo combinado con menor huella de carbono y fortalecer la infraestructura de transmisión en zonas marginadas. No obstante, estos esfuerzos se enfrentan a obstáculos como la falta de financiamiento internacional, los cambios regulatorios y las tensiones con el sector privado.
En el plano operativo, la CFE también debe resolver deficiencias estructurales: pérdidas técnicas y no técnicas de energía, rezago tecnológico en medidores inteligentes, y la necesidad urgente de actualizar su red para integrar generación distribuida y almacenamiento.
El panorama político también influirá en su evolución. De cara a la administración federal 2024–2030, encabezada por Claudia Sheinbaum, se anticipa una política energética con mayor énfasis en renovables, eficiencia energética e integración regional. Esto podría redefinir el rol de la CFE como garante del interés público en un modelo más híbrido, donde convivan actores estatales y privados con reglas claras y objetivos climáticos ambiciosos.
Entre el legado histórico y la urgencia del cambio
La Comisión Federal de Electricidad es más que una empresa: representa un símbolo de soberanía, desarrollo e integración nacional. Ha llevado electricidad a millones de hogares, promovido el crecimiento industrial y conectado regiones que antes estaban aisladas del progreso.
Pero hoy, su relevancia no puede sostenerse solo en su historia. La CFE debe reinventarse para liderar la transición energética, no solo como generadora de energía, sino como articuladora de un sistema eléctrico moderno, limpio e inclusivo.
Las decisiones que tome en los próximos años determinarán si México avanza hacia un futuro energético sustentable o queda atrapado en un modelo obsoleto, dependiente de combustibles fósiles y vulnerabilidades climáticas. Apostar por una CFE eficiente, innovadora y comprometida con el medio ambiente no es solo deseable, sino imprescindible.
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