La energía nuclear ha sido uno de los descubrimientos científicos más determinantes del siglo XX. Su desarrollo no solo permitió generar electricidad con bajos niveles de emisiones, sino también diseñar armas con un poder destructivo sin precedentes. Desde el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki en 1945 hasta el actual debate sobre la energía limpia y la disuasión nuclear, esta tecnología ha moldeado profundamente la política, la economía y la vida cotidiana. Hoy, más de 30 países utilizan reactores nucleares, mientras que solo nueve poseen armas atómicas. ¿Cómo ha llegado la humanidad a dominar una fuerza tan ambivalente? ¿Cuál es su verdadero impacto y alcance?
¿Qué es la energía nuclear y cómo funciona?
La energía nuclear se genera a partir de reacciones en el núcleo de los átomos, principalmente a través de dos procesos: la fisión y la fusión nuclear. En la fisión, un núcleo atómico (como el del uranio-235) se divide en partes más pequeñas, liberando una gran cantidad de energía en forma de calor. Este calor se utiliza para producir vapor, que mueve turbinas y genera electricidad. La fusión, por otro lado, ocurre cuando dos núcleos ligeros se combinan para formar uno más pesado, liberando aún más energía, como sucede en el Sol. Sin embargo, la fusión aún no es viable a escala comercial.
Los reactores nucleares son el corazón de este sistema. Controlan las reacciones de fisión mediante barras de control y refrigerantes para evitar sobrecalentamientos. Según la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), en 2025 hay más de 440 reactores operativos en el mundo, generando cerca del 10% de la electricidad global.
Historia de la energía nuclear: ciencia, guerra y poder
El desarrollo de la energía nuclear comenzó a principios del siglo XX con los trabajos de científicos como Marie Curie, Ernest Rutherford y Niels Bohr. Sin embargo, fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando adquirió un carácter estratégico. En 1938, los físicos alemanes Otto Hahn y Fritz Strassmann descubrieron la fisión nuclear, lo que derivó en el Proyecto Manhattan liderado por Estados Unidos, que culminó con las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Más de 200,000 personas murieron, marcando el inicio de la era atómica.
Tras la guerra, se consolidó la carrera armamentista nuclear durante la Guerra Fría. La Unión Soviética probó su primera bomba en 1949, seguida por Reino Unido, Francia y China. Paralelamente, se buscó aplicar esta tecnología de forma pacífica con el programa «Átomos para la paz», impulsado por el presidente estadounidense Dwight Eisenhower en 1953.
Impacto en la vida humana: entre el riesgo y el progreso
La energía nuclear ha tenido un impacto dual en la vida humana. Por un lado, ha permitido generar electricidad con bajos niveles de emisiones de carbono, siendo una opción clave en la transición energética para combatir el cambio climático. Países como Francia (con más del 60% de su electricidad proveniente de lo nuclear) y Suecia la utilizan como pilar de su política energética.
Por otro lado, los accidentes nucleares como Chernóbil (1986) y Fukushima (2011) han demostrado los riesgos que implica un fallo en el sistema. Millones de personas fueron expuestas a radiación, se desplazaron comunidades enteras y los ecosistemas quedaron dañados durante décadas. Además, los residuos nucleares de alta actividad siguen siendo un desafío sin solución definitiva: deben almacenarse durante miles de años en condiciones seguras.
También ha tenido aplicaciones en la medicina (radioterapia), agricultura (mejoramiento de semillas) e industria (inspección de materiales), mostrando que no todo su uso es destructivo.
Alcances estratégicos: la amenaza de las armas nucleares
La energía nuclear también se ha convertido en una herramienta de poder geopolítico. Poseer armas nucleares otorga a los países una capacidad de disuasión que modifica el equilibrio de fuerzas globales. Actualmente, nueve países poseen armamento nuclear:
- Estados Unidos
- Rusia
- China
- Francia
- Reino Unido
- India
- Pakistán
- Israel (no declarado oficialmente)
- Corea del Norte
Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), en 2024 había alrededor de 12,500 ojivas nucleares en el mundo, de las cuales más de 9,500 están en arsenales militares activos.
Los tratados de no proliferación, como el TNP (1968), buscan limitar la expansión de estas armas, pero los desafíos persisten. Corea del Norte continúa sus pruebas balísticas, e Irán ha sido acusado de enriquecer uranio más allá de lo permitido. Además, el conflicto en Ucrania ha reactivado el temor a un uso táctico de estas armas.
Hacia el futuro: ¿sustento energético o amenaza persistente?
El debate sobre la energía nuclear sigue abierto. Para algunos, representa una alternativa imprescindible para reducir la dependencia de combustibles fósiles, con la ventaja de generar electricidad sin emitir dióxido de carbono. Nuevas tecnologías como los reactores modulares pequeños (SMR) o los proyectos de fusión podrían hacerla más segura y eficiente en el futuro.
Para otros, los riesgos de accidentes, la gestión de residuos y la posibilidad de proliferación armamentista hacen que su expansión no sea recomendable. Organismos como Greenpeace y el IPPNW (International Physicians for the Prevention of Nuclear War) han insistido en su eliminación gradual.
Visión de cierre: el dilema nuclear en el siglo XXI
La energía nuclear ha sido, y sigue siendo, una herramienta con un enorme poder de transformación. En su forma civil, puede ayudar a enfrentar el reto climático global. En su forma militar, sigue siendo una amenaza existencial. Su historia está íntimamente ligada al desarrollo de la humanidad, desde los avances científicos hasta las catástrofes y los equilibrios geopolíticos. En 2025, el desafío no es solo técnico, sino ético y político: ¿sabrá el mundo aprovechar su potencial sin repetir los errores del pasado?
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