Una molécula con poder geopolítico
En medio del avance hacia una economía libre de emisiones, el hidrógeno verde ha emergido como un vector energético estratégico. Se trata de hidrógeno producido mediante electrólisis del agua, utilizando electricidad generada exclusivamente a partir de fuentes renovables como la energía solar o eólica. A diferencia del hidrógeno gris (derivado del gas natural con altas emisiones de CO₂) o el azul (con captura de carbono parcial), el verde es completamente libre de carbono.
La Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés) ha descrito al hidrógeno verde como «el eslabón perdido en la transición energética», ya que ofrece una vía para descarbonizar industrias pesadas y sectores de difícil electrificación como el transporte marítimo, la aviación o la producción de acero.
¿Cómo se produce el hidrógeno verde?
El proceso clave es la electrólisis: una técnica que separa el hidrógeno (H₂) del oxígeno (O₂) en el agua utilizando una corriente eléctrica. Si esta electricidad proviene de energía renovable, el resultado es hidrógeno verde. Su producción no emite gases de efecto invernadero, lo que convierte a esta tecnología en una de las más prometedoras para lograr la neutralidad climática.
Existen tres tecnologías principales de electrólisis:
- Electrólisis alcalina, madura y económicamente viable.
- Electrólisis de membrana de intercambio de protones (PEM), con mayor eficiencia operativa.
- Electrólisis de óxido sólido (SOEC), aún en fase experimental, pero con potenciales ventajas termodinámicas.
La eficiencia energética del proceso aún es un desafío: aproximadamente un 30% de la energía se pierde durante la electrólisis. Sin embargo, los avances tecnológicos y la economía de escala están reduciendo progresivamente estos márgenes.
¿Dónde se produce actualmente?
En 2025, el mapa del hidrógeno verde está en rápida expansión, liderado por países que cuentan con abundantes recursos renovables y políticas públicas activas. Algunos ejemplos clave:
Australia
Con vastas extensiones desérticas bañadas por sol y viento, Australia se ha convertido en uno de los epicentros del desarrollo del hidrógeno verde. El Asian Renewable Energy Hub en Pilbara, con una capacidad proyectada de hasta 26 GW, busca exportar hidrógeno y amoníaco verde hacia Asia.
Chile
El desierto de Atacama y la Patagonia ofrecen condiciones ideales para la generación de electricidad renovable. El plan nacional chileno proyecta la producción más barata del mundo hacia 2030. Empresas como HIF Global y Siemens Energy ya trabajan en proyectos pioneros.
Europa (Alemania y Países Bajos)
Alemania lidera la inversión en infraestructura de hidrógeno en la UE. Su estrategia nacional, lanzada en 2020, asigna más de €9 mil millones para el desarrollo de tecnologías y redes de hidrógeno. También se prevén corredores de importación desde África y Medio Oriente.
Arabia Saudita
El proyecto NEOM, una ciudad futurista en construcción, albergará una de las mayores plantas de producción de hidrógeno verde del mundo, operada por ACWA Power y Air Products. Su objetivo es exportar amoníaco verde a partir de 2026.
México y América Latina
México ha identificado zonas estratégicas como Sonora y Oaxaca con alto potencial solar y eólico. Aunque aún en fase de planeación, empresas como Engie, Iberdrola y CFE exploran iniciativas piloto. Colombia, Brasil y Uruguay también figuran como actores emergentes.
¿Para qué sirve? Aplicaciones estratégicas
El hidrógeno verde no es solo una materia prima, sino un habilitador tecnológico con múltiples aplicaciones:
- Industria pesada: Sustituye el carbón en altos hornos para fabricar acero verde.
- Transporte: Alimenta pilas de combustible en camiones, trenes y barcos de largo recorrido.
- Almacenamiento de energía: Permite guardar excedentes de energías renovables y estabilizar redes eléctricas.
- Producción de fertilizantes: Reemplaza el hidrógeno gris en la síntesis de amoníaco.
- Exportación energética: Países con superávit renovable pueden exportar hidrógeno o derivados (como e-fuels o amoníaco) a regiones industrializadas.
Según BloombergNEF, el mercado global del hidrógeno verde podría superar los 700 mil millones de dólares hacia 2050, representando hasta el 20% del consumo final de energía.
Retos por superar
A pesar de su potencial, el hidrógeno verde enfrenta barreras técnicas y económicas:
- Costos elevados: El precio actual por kilogramo (entre $4 y $6 USD) es más alto que el hidrógeno gris. No obstante, se espera que baje a menos de $2 USD/kg antes de 2030.
- Infraestructura insuficiente: Redes de distribución, almacenamiento y transporte aún no están desarrolladas a gran escala.
- Normativas dispares: Falta una regulación internacional armonizada que facilite comercio, certificación de origen verde y estándares técnicos.
- Uso eficiente del agua: La electrólisis requiere grandes volúmenes de agua ultrapura, un reto en regiones áridas.
Visión 2025: El punto de inflexión
El año 2025 marca un punto de inflexión para el hidrógeno verde. Con más de 1,000 proyectos anunciados a nivel mundial y más de 150 GW en capacidad planificada, el sector avanza de la fase conceptual a la implementación industrial. Las alianzas público-privadas, los subsidios verdes, y los compromisos net-zero están acelerando la inversión.
Empresas como Siemens Energy, Plug Power, Iberdrola, TotalEnergies y Shell ya integran al hidrógeno verde en sus planes de expansión. La IEA estima que, si se ejecutan todos los planes actuales, el 60% de la producción total de hidrógeno podría ser verde para 2035.
El hidrógeno como eje de la nueva geografía energética
Más allá de sus aplicaciones industriales, el hidrógeno verde redefine el poder energético global. Surgen nuevos corredores de exportación, centros logísticos portuarios y alianzas energéticas transcontinentales. Países ricos en sol y viento se reposicionan como protagonistas de la nueva geografía energética.
En este escenario, la competitividad de las economías dependerá no solo de la disponibilidad de recursos, sino de su capacidad de integrarse a las cadenas de valor del hidrógeno: producción, transformación, transporte y uso final. En suma, el hidrógeno verde no solo responde al desafío climático, sino que activa una transformación estructural de la economía global. Su auge en 2025 no es una moda pasajera, sino una señal concreta del nuevo orden energético que se está configurando.
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