Shell: Pasado, presente y desafíos del futuro energético global.

La empresa Shell, con más de un siglo de operaciones, representa tanto la historia del petróleo como los retos contemporáneos de sostenibilidad. Hoy, su estrategia se redefine frente al cambio climático y la transición energética global.

Hace 17 horas
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Un legado centenario en el corazón de la industria petrolera

La empresa Shell, oficialmente Shell plc, es una de las corporaciones más influyentes en la historia del petróleo y la energía global. Fundada en 1907 tras la fusión de la holandesa Royal Dutch Petroleum Company y la británica Shell Transport and Trading Company, la compañía consolidó su presencia internacional desde sus primeros años. Esta alianza anglo-neerlandesa respondió a la creciente demanda de queroseno y derivados del crudo a inicios del siglo XX.

Durante décadas, Shell desempeñó un papel clave en el desarrollo de campos petroleros estratégicos, desde Nigeria hasta el Golfo Pérsico. Su modelo de negocio se consolidó a lo largo del siglo con operaciones integradas que abarcan exploración, producción, refinación, transporte y comercialización de hidrocarburos. Al cierre del siglo XX, Shell formaba parte de las llamadas “supermajors”, junto con ExxonMobil, Chevron, BP y TotalEnergies.

Presencia global y transformación corporativa

Con sede en Londres desde su reestructuración en 2022, cuando cambió su nombre legal a Shell plc y trasladó su domicilio fiscal desde los Países Bajos al Reino Unido, la empresa Shell opera en más de 70 países. Según su informe anual de 2024, cuenta con aproximadamente 92,000 empleados y registró ingresos superiores a los 370 mil millones de dólares.

La transformación organizativa fue acompañada por un enfoque más visible hacia la diversificación energética. Aunque sus ingresos siguen estando dominados por el negocio de petróleo y gas, la compañía ha desarrollado divisiones específicas para hidrógeno verde, captura y almacenamiento de carbono (CCS), movilidad eléctrica y energías renovables. Shell busca reposicionarse como un actor relevante en un contexto global que exige descarbonización y responsabilidad climática.

El peso del petróleo y las tensiones con los compromisos climáticos

A pesar de su discurso de transición, la empresa Shell enfrenta críticas persistentes sobre la falta de ambición real en su estrategia climática. En 2021, un tribunal neerlandés dictaminó que Shell debía reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 45% para 2030 respecto a los niveles de 2019. Aunque la empresa apeló la sentencia, el caso marcó un precedente global al vincular directamente a una corporación privada con objetivos del Acuerdo de París.

En los años siguientes, Shell mantuvo inversiones significativas en nuevas exploraciones fósiles, lo que ha generado tensiones con inversionistas institucionales, organizaciones ambientales y gobiernos. En mayo de 2023, el fondo de pensiones holandés ABP desinvirtió sus participaciones en la compañía citando razones climáticas, una señal del creciente escrutinio financiero hacia el sector.

Al cierre de 2024, Shell anunció que mantendría su producción de petróleo estable hasta 2030, desafiando las recomendaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA), que aboga por no autorizar nuevos proyectos de extracción si se quiere alcanzar la neutralidad climática en 2050.

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Iniciativas renovables y apuesta tecnológica

En contraste con su política de hidrocarburos, Shell ha invertido en tecnologías de bajo carbono, aunque de forma gradual. Su filial Shell Energy ha adquirido varias compañías de energías renovables en Europa y América del Norte, con énfasis en energía solar, eólica marina e infraestructura para vehículos eléctricos.

En 2022, la empresa adquirió Sprng Energy, una firma india con una capacidad instalada renovable de más de 2 GW, y en 2023 lanzó Shell Recharge, su red global de carga para autos eléctricos. También ha desarrollado proyectos piloto de hidrógeno en Alemania y Países Bajos, y participa activamente en consorcios de CCS, como el proyecto Northern Lights en Noruega.

Sin embargo, las inversiones en renovables representan aún una fracción de su capital total. En 2024, apenas un 6% de su gasto de capital se destinó a energías limpias, según datos de BloombergNEF, frente al 80% asignado a petróleo y gas.

Futuro energético: ¿Liderazgo o resistencia?

El futuro de la empresa Shell dependerá en gran medida de su capacidad para redefinir su modelo de negocio en un contexto de presión regulatoria, transformación tecnológica y expectativas sociales cambiantes. Con gobiernos que imponen metas de neutralidad de carbono, consumidores que demandan alternativas limpias y una geopolítica energética volátil, la compañía enfrenta una disyuntiva estructural: mantenerse como una petrolera dominante o evolucionar hacia una empresa energética del siglo XXI.

El plan estratégico Powering Progress, lanzado en 2021, plantea una ambición de cero emisiones netas para 2050. No obstante, analistas como Carbon Tracker y el Instituto de Recursos Mundiales han señalado que sus compromisos son insuficientes si no se acompañan de un abandono progresivo de la expansión fósil.

Por otra parte, la compañía argumenta que el mundo aún requiere petróleo y gas para asegurar el suministro energético global, especialmente en mercados emergentes. Esta visión pragmática la sitúa en un punto de tensión entre las exigencias de sostenibilidad y la realidad de la demanda energética.

Un actor decisivo en la encrucijada energética global

La empresa Shell encarna las contradicciones de un sistema energético en transición. Su legado industrial, su presencia internacional y su capacidad tecnológica la convierten en un actor imprescindible del actual orden energético. No obstante, su futuro dependerá de decisiones estratégicas que vayan más allá de ajustes marginales. Para que Shell siga siendo relevante en las próximas décadas, deberá demostrar liderazgo real en la transformación energética, alineando sus operaciones con las metas climáticas globales y respondiendo con hechos concretos a una sociedad que exige coherencia, transparencia y responsabilidad.

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