Litio mexicano: oportunidad perdida en la electrificación automotriz

La nacionalización del litio aún no se traduce en industria, dejando a México rezagado frente a competidores globales como China y Chile.

Hace 2 horas
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LITIO Foto: Tania Tamayo

El 18 de febrero se cumplirán tres años desde que el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador firmó en Sonora el decreto que nacionalizó el litio, con la intención de que México se convirtiera en un actor clave en la producción de baterías para vehículos eléctricos y que los beneficios de este recurso estratégico permanecieran dentro del país.

La idea central del Gobierno Federal fue reservar el litio para su explotación estatal y desarrollar una industria de baterías que impulsara la fabricación automotriz nacional. Sin embargo, tres años después, estos planes siguen sin concretarse y México continúa ausente en la cadena global de suministro para autos eléctricos.

Especialistas señalan que la brecha entre los anuncios políticos y los tiempos de la industria automotriz es el principal obstáculo. Eric Ramírez, director para América Latina de Urban Science, explica que los fabricantes de autos no ven aún una fuente confiable de litio en México, ya que todavía no se ha extraído material aprovechable de los yacimientos del país. “El proyecto es de muy largo plazo. Aunque el litio existe, pasar de la extracción a un producto listo para el mercado llevará muchos años”, señaló Ramírez en entrevista para la revista Expansión.

El interés internacional por el litio mexicano surgió en 2019, cuando se identificó en Bacadéhuachi, Sonora, uno de los mayores depósitos mundiales. Sin embargo, la euforia se desvaneció al confirmarse que la mayor parte del litio nacional se encuentra en arcillas, un tipo de yacimiento más complejo y costoso de procesar que los salares o salmueras, predominantes en otros países productores.

Mientras México mantiene el litio bajo control estatal, otras naciones han avanzado significativamente. China, por ejemplo, domina la fabricación de baterías a nivel mundial, ensamblando seis o siete de cada diez unidades producidas. Su liderazgo ha sido resultado de más de 20 años de inversión combinada entre gobierno y sector privado, así como la adquisición de yacimientos internacionales.

“Si un país con 25 años de ventaja aún enfrenta dificultades para producir baterías competitivas, ¿qué puede esperar México?”, cuestiona Ramírez, quien subraya que contar solo con la materia prima no es suficiente sin un desarrollo tecnológico e industrial sólido.

En México, la infraestructura proyectada para el litio se concentraba en el norte, especialmente en Sonora y Nuevo León, donde se esperaba la construcción de la Gigafactory de Tesla. Sin embargo, el proyecto permanece incierto desde 2022, y la industria automotriz ya no lo considera dentro de sus planes inmediatos, debilitando así la expectativa de que el país desarrolle una cadena de producción de baterías “Made in México”.

A esto se suma un panorama internacional complicado. La transición hacia los vehículos eléctricos enfrenta un enfriamiento global: la Comisión Europea propuso recientemente flexibilizar la prohibición de venta de autos de combustión interna a partir de 2035, debido a la presión de fabricantes que todavía no han completado su migración tecnológica.

Gerardo Gómez, country manager de J.D. Power México, destaca que México podría tener una oportunidad si la producción de autos eléctricos se reactiva y recibe un impulso gubernamental, aunque admite que la situación actual es poco favorable. “Dependerá de las decisiones estratégicas de las armadoras y de cómo ajusten sus portafolios de producto”, indica.

En América Latina, países como Chile han logrado avanzar en la producción de litio gracias a la cooperación entre el sector público y privado, algo que México aún no ha replicado. Al cierre de este año, la producción nacional de baterías sigue siendo nula, y las expectativas para 2026 son limitadas. Mientras tanto, la industria automotriz mexicana continúa centrada en la fabricación y venta de autos a gasolina, y la promesa de aprovechar el litio sigue sin materializarse.

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