Amoníaco verde en América Latina: ¿oportunidad desaprovechada?

El amoníaco verde emerge como solución energética y exportable clave. México, Chile y Brasil poseen recursos únicos, pero la falta de infraestructura, inversión y políticas coordinadas amenaza con marginar a América Latina del nuevo mercado global del hidrógeno y sus derivados.

Hace 1 hora
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El ascenso global del amoníaco verde

El amoníaco verde, derivado del hidrógeno producido con energías renovables, se perfila como un insumo estratégico en la transición energética global. Su capacidad de almacenamiento, transporte y conversión lo posiciona como vector clave para descarbonizar sectores difíciles de electrificar, como fertilizantes, industria pesada y transporte marítimo.

Mientras Europa, Asia y Oceanía consolidan inversiones y corredores logísticos para importar amoníaco verde, América Latina —rica en sol, viento y agua— aún no logra despegar como productor relevante. A pesar de su potencial natural y geográfico, los avances son fragmentarios y los proyectos de escala industrial aún son escasos.

México y Chile: los jugadores con mayor potencial

México: promesa aún en papel

México tiene una ubicación privilegiada frente a los mercados de América del Norte y Asia-Pacífico, además de abundantes recursos solares en el norte del país. Sin embargo, el desarrollo del amoníaco verde sigue en etapas iniciales. En 2023, la empresa ATCO firmó un acuerdo con CFEnergía para estudiar la producción de hidrógeno y amoníaco en Baja California, pero el proyecto aún no avanza a fase de ejecución.

Además, el Plan Sonora —anunciado en 2022 como eje renovable y estratégico del país— ha sido enfocado más en electricidad solar que en moléculas verdes. La falta de un marco regulatorio específico para el hidrógeno y sus derivados, así como la limitada infraestructura portuaria adaptada a exportación de amoníaco, frenan el impulso necesario.

Chile: pionero regional

Chile, por su parte, ha logrado posicionarse como líder regional en hidrógeno verde. La estrategia nacional lanzada en 2020 busca producir el hidrógeno más barato del mundo al 2030. En este marco, empresas como HIF Global, Enel Green Power y TotalEnergies desarrollan megaproyectos en Magallanes, donde la energía eólica puede operar con factores de planta superiores al 50%.

Uno de los proyectos más avanzados es el de HNH Energy, que contempla la producción de amoníaco verde para exportación hacia Asia. Sin embargo, los desafíos logísticos en zonas remotas, la ausencia de puertos adaptados y los altos costos de inversión inicial aún limitan su competitividad internacional frente a mercados como Australia o Arabia Saudita.

Mercados globales e infraestructura: oportunidades y cuellos de botella

El crecimiento de la demanda global de amoníaco verde es inminente. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), el comercio internacional de hidrógeno y derivados podría alcanzar 100 millones de toneladas anuales para 2050. Japón y Corea del Sur, con planes de descarbonización de su matriz energética, prevén importar grandes volúmenes de amoníaco para co-combustión en plantas térmicas.

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No obstante, para que América Latina participe activamente en este nuevo mercado, necesita cerrar brechas críticas. A nivel portuario, pocos terminales están preparados para manejar amoníaco a gran escala. Además, faltan redes de transporte interno (ferrocarril y ductos) y centros de acopio certificados.

Tampoco existe una arquitectura financiera y normativa clara que incentive proyectos de riesgo. La falta de certificación internacional de origen renovable y trazabilidad del hidrógeno limita su acceso a mercados premium, donde los compradores exigen cumplimiento estricto de sostenibilidad.

Brasil, Colombia y Argentina: entre interés y fragmentación

Brasil ha mostrado interés creciente. En Ceará y Porto do Açu se han anunciado hubs de hidrógeno y amoníaco verde con participación de compañías como Fortescue y Enegix. Sin embargo, la falta de coordinación entre estados y gobierno federal, sumado a tensiones políticas, ha diluido el avance de estos proyectos.

Colombia, por su parte, incluyó el hidrógeno en su Plan Energético Nacional 2050 y ha identificado proyectos piloto en La Guajira, pero aún carece de la infraestructura y experiencia industrial para competir en mercados globales. En Argentina, algunas empresas privadas han planteado esquemas de exportación desde la Patagonia, pero sin apoyo estatal firme ni regulación técnica, sus posibilidades siguen siendo marginales.

¿Qué está en juego para la región?

El principal riesgo para América Latina no es tecnológico, sino geoestratégico. Países como Australia, Marruecos, Egipto y Noruega ya han firmado acuerdos bilaterales con compradores europeos y asiáticos. Estos primeros contratos pueden consolidar corredores de suministro duraderos, dejando a los países latinoamericanos fuera de la primera ola comercial del amoníaco verde.

Además, al no posicionarse como proveedores estratégicos, los países de la región corren el riesgo de mantener su dependencia de exportaciones fósiles o de bajo valor agregado. Desaprovechar esta oportunidad implica no solo una pérdida económica, sino también política: el amoníaco verde puede ser una herramienta de inserción energética soberana y de diplomacia ambiental.

Urge una estrategia regional con visión de largo plazo

América Latina no puede seguir apostando al azar en la carrera global por el hidrógeno y sus derivados. El amoníaco verde ofrece una ventana real de industrialización sostenible, atracción de inversión y posicionamiento geopolítico. México y Chile tienen los recursos y la proximidad a mercados clave; Brasil y Colombia poseen escala y experiencia industrial. Pero sin coordinación regional, marcos regulatorios modernos y apoyo financiero internacional, esta ventaja comparativa puede convertirse en otra oportunidad desperdiciada.

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