¿Greenwashing o realidad? La verdad detrás de los cosméticos y la energía renovable 

El auge del marketing sostenible ha llevado a múltiples marcas cosméticas a prometer procesos limpios impulsados por energía renovable. Pero ¿estamos ante un verdadero cambio o frente a una estrategia de greenwashing disfrazada de responsabilidad ambiental?

Hace 3 horas
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Belleza bajo la lupa energética 

En un mercado cada vez más orientado a la sostenibilidad, las marcas cosméticas han comenzado a integrar mensajes ambientales en sus campañas. “Producido con energía 100% renovable”, “neutral en carbono” o “comprometidos con la energía limpia” son etiquetas que aparecen con creciente frecuencia en envases, sitios web y comunicados de empresas de belleza. Sin embargo, este discurso verde ha generado cuestionamientos sobre su autenticidad, especialmente frente a la creciente presión regulatoria y el escrutinio de consumidores informados.

El uso de energía renovable en la industria cosmética plantea interrogantes clave: ¿cuáles empresas realmente utilizan fuentes limpias? ¿Qué métodos de verificación existen? ¿Y cuántas apelan al greenwashing como estrategia de marketing? 

Cosméticos y energía renovable: ¿quiénes lideran el cambio? 

Entre los casos más citados está L’Oréal, que desde 2019 asegura que todas sus fábricas en Estados Unidos operan con energía 100% renovable. Según su informe de sostenibilidad L’Oréal for the Future, la empresa también pretende alcanzar la neutralidad en carbono en todas sus instalaciones globales para 2025, utilizando una combinación de biomasa, energía solar y eólica. La multinacional francesa respalda sus afirmaciones con auditorías externas y métricas del Carbon Disclosure Project (CDP). 

Otro ejemplo relevante es Estée Lauder Companies, que en 2020 anunció que alcanzó el uso de energía renovable en un 100% para sus operaciones directas a nivel mundial. La empresa destaca que esto se logró mediante contratos de compra de energía renovable (PPAs) e inversiones en créditos de energía limpia certificados. 

En el sector independiente, REN Clean Skincare, propiedad de Unilever, ha sido una de las pioneras en comunicar su compromiso ambiental, incluyendo el uso de energía eólica y solar en su cadena de producción. Aunque no tiene la escala de los gigantes del sector, ha logrado posicionarse como referente en sostenibilidad, con datos accesibles y auditados por terceros. 

Greenwashing disfrazado de sostenibilidad 

A pesar de estos avances, no todas las afirmaciones sobre cosméticos y energía renovable resisten el escrutinio. El informe The Eco Beauty Score de la Environmental Working Group (2023) muestra que más del 40% de las marcas que declaran operar con energía limpia no ofrecen evidencia verificable o carecen de certificaciones independientes. 

Casos como el de marcas boutique que usan frases como “hecho con energía verde” sin especificar si esta proviene de fuentes solares, eólicas, hidroeléctricas o simplemente compran certificados de energía renovable sin cambiar sus matrices energéticas, son frecuentes. Esta práctica —conocida como greenwashing energético— diluye la credibilidad de las marcas y pone en entredicho los criterios ESG (ambientales, sociales y de gobernanza). 

Además, muchas compañías se centran exclusivamente en sus instalaciones, omitiendo el impacto ambiental de sus cadenas de suministro, tercerización de procesos o distribución internacional, donde la trazabilidad energética es difícil de comprobar. 

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Transparencia y certificación: los pilares de la confianza 

La única manera de separar el compromiso real del marketing oportunista es exigir transparencia y verificación independiente. Certificaciones como RE100, el mencionado CDP, o Science-Based Targets initiative (SBTi) permiten constatar si las empresas se alinean con metas climáticas reales. 

También organismos como la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) han instado a la industria cosmética a definir métricas claras, cuantificables y comparables sobre el uso de energía renovable. 

El consumidor tiene, además, un rol central. Herramientas como Good On You, Think Dirty y Cluey Consumer ofrecen datos cruzados sobre prácticas sostenibles, incluyendo el uso de energía limpia en cosméticos, que permiten decisiones más informadas. 

Un camino aún desigual 

A pesar de los esfuerzos de algunas grandes corporaciones, la transición hacia una industria cosmética alimentada por energía renovable avanza de forma desigual. Según datos de la consultora McKinsey (2024), solo el 22% de las empresas cosméticas medianas a nivel global ha adoptado un plan estructurado de transición energética. 

La falta de normativas uniformes, combinada con la presión de “verse verde” ante los consumidores, crea incentivos para declarar sin transformar. Mientras que Europa y Estados Unidos cuentan con marcos más sólidos para fiscalizar estas afirmaciones, en América Latina, Asia y África los estándares varían considerablemente. 

Exigir lo real, desmontar lo falso 

Si bien existen empresas del sector cosmético que están adoptando acciones concretas y verificables para operar con energía renovable, otras muchas continúan aprovechando la ambigüedad del lenguaje verde para atraer consumidores sin cambiar sus prácticas estructurales. 

Este contexto exige una actitud crítica: las afirmaciones deben ir acompañadas de datos públicos, certificaciones claras y compromisos de largo plazo. El escrutinio ciudadano, los marcos regulatorios y las auditorías independientes son las únicas herramientas eficaces para transformar el marketing verde en una acción genuina. 

El futuro de la belleza no se medirá únicamente en envases reciclables o ingredientes naturales, sino en la trazabilidad completa de su energía. 

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