Trazabilidad en minerales críticos: clave para cadenas de suministro sostenibles

La trazabilidad en minerales críticos se ha convertido en una herramienta estratégica para asegurar cadenas de suministro éticas, seguras y resilientes en un contexto de transición energética global.

Hace 6 horas
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En un mundo cada vez más dependiente de tecnologías limpias, la trazabilidad en minerales críticos se posiciona como un pilar imprescindible para garantizar cadenas de suministro transparentes, éticas y sostenibles. Así lo afirma la Agencia Internacional de Energía (IEA) en su informe The Role of Traceability in Critical Mineral Supply Chains, publicado en junio de 2025, donde advierte que sin mecanismos de rastreo confiables, la expansión energética global podría verse comprometida por riesgos ambientales, sociales y geopolíticos.

La presión sobre los minerales estratégicos

Los minerales críticos como el litio, el cobalto, el níquel, el grafito y las tierras raras son esenciales para baterías, turbinas eólicas, paneles solares y otras tecnologías de bajas emisiones. Entre 2017 y 2022, la demanda de litio se triplicó, y la de cobalto creció en un 70%, según la IEA. Se prevé que esta tendencia se acelere a medida que los gobiernos intensifican sus metas climáticas.

Sin embargo, el origen de estos minerales suele estar marcado por una alta concentración geográfica y contextos de gobernanza complejos. Más del 70% del cobalto, por ejemplo, proviene de la República Democrática del Congo, donde los reportes de trabajo infantil y prácticas ambientales degradantes han provocado alarma en los mercados internacionales.

En este contexto, la trazabilidad se presenta no solo como una medida ética, sino también estratégica para mitigar interrupciones, mejorar la resiliencia de las cadenas de valor y garantizar la legitimidad de los compromisos ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) de empresas y gobiernos.

Trazabilidad como herramienta de gobernanza

La trazabilidad en minerales críticos consiste en seguir el recorrido completo de los materiales, desde su extracción hasta su integración en productos tecnológicos. Esto implica registrar datos en cada eslabón de la cadena: minería, refinación, transporte, manufactura y comercialización.

De acuerdo con el informe de la IEA, los sistemas de trazabilidad más robustos integran tecnologías digitales como blockchain, sensores en tiempo real e inteligencia artificial para garantizar integridad y precisión. No obstante, el grado de madurez y adopción de estos sistemas varía ampliamente entre minerales y regiones.

En 2025, solo un 30% del litio global extraído está vinculado a esquemas formales de trazabilidad. Para el cobalto, ese porcentaje apenas supera el 20%. La falta de armonización regulatoria y de estándares internacionales dificulta el despliegue masivo de soluciones interoperables, lo que a su vez genera incertidumbre en los inversionistas y los fabricantes de tecnologías limpias.

Además, la trazabilidad puede ofrecer ventajas adicionales como la verificación de huella de carbono, la mejora en eficiencia logística y la detección temprana de cuellos de botella. Empresas como Tesla, BMW y LG Energy Solutions ya integran requisitos de trazabilidad en sus contratos con proveedores, exigiendo certificaciones de origen y transparencia ambiental.

Desafíos y oportunidades para América Latina

América Latina, con importantes reservas de litio, cobre y níquel, tiene una oportunidad estratégica para liderar un nuevo estándar de minería responsable. Países como Chile, Argentina y México están en el centro del debate internacional sobre cómo extraer minerales críticos de manera sostenible, trazable y con beneficio local.

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Chile, por ejemplo, lanzó en 2024 un sistema nacional de certificación de litio con trazabilidad digital, en alianza con el Instituto Fraunhofer de Alemania y el Banco Interamericano de Desarrollo. Este programa incluye verificaciones ambientales, consulta a comunidades indígenas y seguimiento del ciclo de vida del mineral.

México, por su parte, enfrenta retos institucionales tras la nacionalización del litio, donde aún no se ha definido un marco operativo claro que garantice transparencia ni trazabilidad. Expertos como David Buchan (Oxford Institute for Energy Studies) advierten que sin estos mecanismos, la legitimidad internacional del litio mexicano será frágil.

Además, la región podría beneficiarse de esquemas multilaterales. La “Asociación de Seguridad de Minerales” (MSP, por sus siglas en inglés), impulsada por EE. UU., la UE y Japón, busca crear cadenas de suministro diversificadas y trazables. Participar en estos esquemas podría abrir acceso a financiamiento climático y acuerdos comerciales preferenciales.

Mirar más allá de la tecnología

Aunque las herramientas tecnológicas son fundamentales, la trazabilidad efectiva también requiere voluntad política, cooperación internacional y compromiso multisectorial. La IEA insiste en que los gobiernos deben establecer marcos regulatorios que obliguen a la industria a transparentar sus cadenas de suministro, y que integren a comunidades locales en los procesos de auditoría y validación.

Algunas recomendaciones clave del informe incluyen:

  • Establecer estándares internacionales armonizados, especialmente en minerales con alta intensidad social y ambiental.
  • Promover el uso de tecnologías interoperables, evitando la fragmentación de plataformas.
  • Asegurar financiamiento público y privado para proyectos piloto de trazabilidad en regiones con alto potencial minero.
  • Fomentar la cooperación regional, especialmente entre países del Sur Global, para compartir buenas prácticas y capacidades técnicas.

La trazabilidad no solo protege al consumidor final, sino que permite generar confianza en mercados financieros, reducir riesgos reputacionales y acelerar la adopción de energías limpias.

Un nuevo paradigma para las cadenas críticas

La transición energética exige más que electrificación y tecnologías limpias: necesita confianza en las cadenas que las sostienen. En ese sentido, la trazabilidad en minerales críticos no es un lujo, sino una necesidad estructural.

Invertir en trazabilidad implica crear condiciones para que la nueva economía energética sea más justa, resiliente y alineada con los derechos humanos y el medio ambiente. Dejar este aspecto en segundo plano podría socavar la legitimidad de la transición energética global y alimentar nuevas formas de dependencia o desigualdad.

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