La producción y consumo de gas natural en América Latina continúa en expansión, impulsada por su uso en la generación eléctrica, la industria y los hogares. Sin embargo, esta dependencia creciente contrasta con la realidad de la región: las reservas probadas son limitadas, lo que plantea desafíos en materia de sostenibilidad energética y seguridad de suministro.
En las últimas dos décadas, el gas natural se ha consolidado como un recurso estratégico por su papel en la transición hacia fuentes más limpias. Al ser un combustible fósil menos contaminante que el carbón o el petróleo, muchos países latinoamericanos lo han adoptado como fuente primaria de energía. No obstante, su extracción, transporte y manipulación generan emisiones de dióxido de carbono, lo que mantiene el debate sobre su verdadera contribución a la descarbonización.
De acuerdo con datos recientes, México y Argentina ya dependen del gas natural como su principal fuente de energía primaria, mientras que menos del 15% del consumo total proviene de fuentes renovables. México, de hecho, se encuentra entre los diez mayores consumidores de gas natural a nivel mundial, una situación que lo ha llevado a aumentar su dependencia de las importaciones.
Ante la falta de reservas probadas suficientes, los países latinoamericanos han optado por dos estrategias: la inversión en exploración y el fortalecimiento del comercio internacional. En este sentido, México encabeza la lista de importadores de gas natural en la región, con compras por un valor de 12,720 millones de dólares en 2021. Sin embargo, esta dependencia se agrava por la caída de las reservas de Pemex, que se redujeron en 63% durante los últimos seis años, según cifras oficiales.
En el extremo opuesto, Bolivia se mantiene como el principal exportador latinoamericano de gas natural, con operaciones valuadas en 2,250 millones de dólares anuales. El país ha convertido esta industria en uno de sus pilares económicos, aunque sus principales compradores —Brasil y Argentina— siguen enfrentando dificultades para cubrir su demanda interna y reducir su dependencia del suministro extranjero.
El crecimiento sostenido del gas en América Latina plantea una disyuntiva para los gobiernos y las empresas energéticas: ¿seguir apostando por este recurso como puente hacia la transición energética o convertirlo en una industria permanente? Lo cierto es que, mientras la región busca diversificar su matriz energética, el gas natural continúa ganando terreno, impulsado tanto por su rentabilidad como por la falta de alternativas limpias a gran escala.
El futuro del gas natural en América Latina está lleno de contradicciones. Si bien el recurso ha crecido en popularidad y uso, la escasez de reservas y el impacto ambiental son preocupaciones significativas. La región se encuentra en una encrucijada: ¿será el gas natural un puente hacia un futuro más sostenible o una industria que perpetuará la dependencia de los combustibles fósiles? La respuesta a esta pregunta determinará la dirección del sector energético en los años venideros.
Con información de Statista
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