Una pregunta clave para la planificación energética
El futuro de los hidrocarburos en 2030 es una de las interrogantes más estratégicas para gobiernos, inversionistas y empresas del sector energético. ¿Qué tan relevantes seguirán siendo el petróleo y el gas en una economía que acelera su transición hacia fuentes limpias? La Agencia Internacional de Energía (AIE) y la Administración de Información Energética de EE.UU. (EIA) han actualizado sus escenarios prospectivos, brindando pistas valiosas sobre lo que podría ocurrir con la demanda, la producción y el papel geopolítico de estos recursos.
Escenarios globales: ¿en declive o en transformación?
La AIE presentó en 2024 una revisión clave de su World Energy Outlook, en la que reafirma una tendencia: si los compromisos actuales de transición energética se cumplen, la demanda de petróleo podría alcanzar su punto máximo antes de 2030. Este es un giro respecto a pronósticos previos que proyectaban un crecimiento sostenido durante la década.
Según el escenario de políticas anunciadas (STEPS, por sus siglas en inglés), el consumo global de petróleo se mantendría estable hasta 2030, con una leve caída hacia 2035. En cambio, en el escenario de cero emisiones netas al 2050 (Net Zero by 2050), la caída sería mucho más pronunciada, con una reducción del 25% en la demanda para 2030.
Petróleo: demanda plana, pero con diferencias regionales
El consumo de petróleo en economías avanzadas tiende a disminuir por mejoras en eficiencia energética y el auge del transporte eléctrico. Sin embargo, Asia —particularmente India y el sudeste asiático— seguirá siendo un motor de demanda, debido al crecimiento de su parque automotor y a necesidades petroquímicas.
La AIE estima que los países de la OPEP podrían aumentar ligeramente su participación de mercado si la oferta de productores no convencionales como EE.UU. se desacelera por razones ambientales o de rentabilidad.
Gas natural: el “combustible de transición” entra en disputa
Aunque el gas ha sido considerado un pilar de la transición energética, su rol empieza a ser más cuestionado. En los escenarios de la AIE, la demanda de gas se mantiene sólida hasta 2030 en países sin acceso estable a renovables, pero cae en los sistemas eléctricos más avanzados. La EIA, por su parte, proyecta un crecimiento leve del gas natural licuado (GNL), especialmente en Asia y Europa oriental, donde es necesario para reemplazar al carbón.
Factores que condicionan el futuro de los hidrocarburos
Las inversiones: ¿en qué apostar y cuándo?
Un factor decisivo será el volumen de inversión en nuevos proyectos petroleros y gasíferos. La AIE advierte que continuar financiando infraestructuras fósiles sin considerar los objetivos climáticos podría generar activos varados hacia mediados de la década. No obstante, la seguridad energética sigue impulsando inversiones en gas natural, sobre todo ante la volatilidad geopolítica global.
Según la firma Rystad Energy, cerca del 40% de las inversiones energéticas previstas hasta 2030 aún se destinarán a hidrocarburos, aunque con un enfoque más selectivo y rentable.
Políticas públicas e instrumentos de mercado
La implementación de precios al carbono, subsidios a renovables y regulaciones sobre emisiones de metano jugarán un papel crucial. Por ejemplo, la Ley de Reducción de la Inflación de EE.UU. ha reducido la competitividad relativa de algunos campos petroleros, mientras que Europa impone metas más estrictas para la neutralidad climática.
En América Latina, países como Brasil y México mantienen una apuesta dual: expanden la exploración de hidrocarburos mientras experimentan con hidrógeno y bioenergía.
Escenario probable al 2030: equilibrio inestable
¿Caída o reconfiguración del sistema energético?
De acuerdo con la AIE, el futuro de los hidrocarburos no será de desaparición, sino de cambio estructural. Para 2030, el petróleo seguirá siendo la principal fuente de energía primaria a nivel mundial, pero con una participación decreciente frente a renovables.
En el escenario STEPS, el petróleo representaría el 28% del mix energético, frente al 31% actual. El gas natural se mantendría en torno al 22%, con el carbón en franco retroceso. Las renovables, por su parte, superarían el 20% en capacidad instalada de generación eléctrica.
¿Quién gana y quién pierde en el nuevo mapa energético?
Los países con recursos fósiles de bajo costo y menor huella de carbono podrían mantener ventajas competitivas. Arabia Saudita, Qatar y Canadá, por ejemplo, invierten en tecnologías de captura de carbono para extender la vida útil de sus industrias extractivas.
En contraste, productores más pequeños y dependientes de ingresos fiscales —como Nigeria, Argelia o Venezuela— podrían enfrentar presiones fiscales severas si no diversifican sus economías.
Oportunidades estratégicas en un escenario incierto
Innovación tecnológica y captura de carbono
El avance de tecnologías como la captura y almacenamiento de carbono (CCS) y la producción de combustibles sintéticos podría ofrecer una “segunda vida” a los hidrocarburos en sectores difíciles de electrificar, como la aviación o la industria pesada.
¿Qué deben considerar los tomadores de decisión?
Gobiernos e inversionistas deben prepararse para un mercado energético más volátil, fragmentado y regulado. Diversificar fuentes, acelerar la eficiencia energética y planificar desinversiones responsables serán claves para una transición ordenada.
Adaptarse al futuro de los hidrocarburos: ¿opción o necesidad?
El futuro de los hidrocarburos en 2030 no se define por una fecha de caducidad, sino por la capacidad de adaptación. Las proyecciones de la AIE y la EIA muestran que el petróleo y el gas seguirán presentes, pero en un entorno más exigente en sostenibilidad, tecnología y gobernanza. Las decisiones que se tomen hoy determinarán si estos recursos se convierten en activos estratégicos o en cargas económicas.
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