La reanudación de las exportaciones de petróleo de Irak desde el Kurdistán, detenidas desde marzo de 2023, marca uno de los movimientos más relevantes para el equilibrio energético de Medio Oriente. El acuerdo entre Bagdad, el Gobierno Regional del Kurdistán (GRK) y Turquía no solo reactiva hasta 450,000 barriles diarios, sino que reordena la correlación de fuerzas dentro de la OPEP y redefine los ingresos fiscales de una región históricamente disputada.
Un bloqueo que costó miles de millones
El cese de exportaciones se originó tras un fallo internacional en el que Irak acusó a Turquía de permitir exportaciones kurdas sin autorización federal. Como consecuencia, el oleoducto Kirkuk-Ceyhan —capaz de transportar más de medio millón de barriles diarios— quedó cerrado por más de doce meses. Según cálculos del Fondo Monetario Internacional, la interrupción representó pérdidas superiores a los 7,000 millones de dólares en ingresos públicos combinados entre Bagdad y Erbil.
Durante el bloqueo, las compañías internacionales operando en Kurdistán —incluyendo Genel Energy, DNO y Gulf Keystone— redujeron sustancialmente sus actividades. Algunas suspendieron contrataciones y renegociaron contratos ante la caída de ingresos. El propio Gobierno Regional del Kurdistán enfrentó dificultades para pagar salarios públicos, lo que provocó protestas sociales y tensiones políticas internas.
Un acuerdo con múltiples capas: legal, fiscal y geopolítica
El nuevo entendimiento establece que todas las exportaciones serán canalizadas exclusivamente a través de la compañía estatal SOMO, lo que refuerza la autoridad del gobierno federal de Irak sobre los recursos nacionales. A cambio, Bagdad se comprometió a transferir fondos mensuales al GRK para cubrir gastos administrativos y de seguridad, incluyendo el financiamiento de los peshmergas, la fuerza militar kurda.
Turquía, por su parte, aceptó retomar el flujo a través del puerto de Ceyhan, pero aún quedan pendientes disputas sobre compensaciones económicas derivadas de arbitrajes previos. La posición de Ankara es pragmática: necesita mantener ingresos por tarifas de tránsito y, al mismo tiempo, conservar influencia estratégica en la región kurda frente a Irán.
El reinicio de exportaciones también tiene implicaciones para la OPEP. Irak, segundo mayor productor del grupo, necesitará coordinar la reincorporación gradual del crudo kurdo dentro de sus cuotas para evitar fricciones con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.
¿Reactivación sostenida o alivio temporal?
Si bien la reapertura del tráfico petrolero representa un alivio para las finanzas iraquíes, persisten riesgos estructurales. Las tensiones entre Bagdad y el GRK podrían resurgir si el reparto de ingresos no se ejecuta con transparencia. Las compañías privadas operando en la región demandan garantías legales que les permitan aumentar producción sin temor a nuevas interrupciones. Algunos analistas sugieren que, sin una ley federal de hidrocarburos —estancada desde 2007—, los acuerdos seguirán siendo frágiles.
Al mismo tiempo, el aumento de exportaciones de petróleo de Irak llega en un momento en que Estados Unidos presiona para estabilizar el suministro global ante los conflictos en el mar Rojo y las sanciones contra crudo ruso. Europa, necesitada de diversificar proveedores, observa de cerca la evolución del corredor Kirkuk-Ceyhan.
Un giro que redefine el poder energético en la región
La reanudación del flujo petrolero kurdo no es solo un movimiento técnico; es un mensaje geopolítico. Irak demuestra que puede equilibrar intereses internos y externos para sostener su papel como actor clave en la seguridad energética mundial. Sin embargo, la verdadera prueba será mantener la cooperación más allá de los titulares.
El futuro del acuerdo dependerá de si el petróleo vuelve a ser un factor de unidad o de conflicto. Para Irak y el Kurdistán, exportar es imprescindible; pero construir confianza lo es aún más.
Te invito a leer:
México como hub de autopartes para vehículos eléctricos: oportunidades y retos